Hace poco más de 90 años, tras el crac de 1929, Estados Unidos se sumió en una crisis sin precedentes. De hecho, a esa época ... negra se le recuerda con el título de la «Gran Depresión». El presidente que estaba al cargo en aquel entonces era Herbert Hoover y cuando se puso manos a la obra para intentar arreglar la situación se dio cuenta de que no disponía de una herramienta fiable para medir la economía. Sin eso, iba a ser imposible detectar lo que fallaba y si las medidas correctoras iban en la buena dirección.
Durante la historia, medir el estado de la economía siempre ha sido un quebradero de cabeza para los gobernantes dado que su salud se compone de numerosos factores, algunos de los cuales no se ven reflejados en ninguna estadística oficial, tal y como escribió Fréderic Bastiat en su ensayo de 1850 'Lo que se ve y lo que no se ve'.
En la época del presidente Hoover, ni siquiera se sabía a ciencia cierta lo que producía un país. Contrató para dar respuesta a ello al profesor de origen ruso Simon Kuznets quien sentó las bases de lo que hoy conocemos como el Producto interior bruto. Hoover no llegó a acabar el trabajo para el que le pagaban los ciudadanos americanos y fue relevado en la presidencia por Roosevelt, pero el estudio de Simon Kuznets le valió para ganar el premio Nobel. Todo esto nos lo cuenta el economista holandés Rutger Bregman en su libro 'Utopía para realistas'.
Resulta muy curioso que 90 años después sigamos basándonos en la receta del PIB para explicar lo bien o mal que va la economía y si deben subir o no los sueldos, principal preocupación de los canarios en este momento.
La fórmula actual del cálculo del PIB es la suma del consumo de bienes y servicios de los hogares + la inversión de las empresas + gasto público + el saldo entre las exportaciones e importaciones.
Para explicar la productividad per cápita, se divide esta cantidad entre el número de residentes. Eso determina lo que produce cada una de las personas y en consecuencia si los sueldos deben o no subir. Siempre tiene que darse, por tanto, una correlación entre la productividad y los sueldos de las personas. Subir sueldos cuando la productividad no lo hace, va en contra del margen de las empresas y estas no podrán seguir creciendo.
Un cálculo más actual y detallado del PIB per cápita lo ajusta al poder de paridad adquisitivo (PPA, PPP en su acrónimo en inglés), dado que los costes no son iguales en todos los países. De esa manera la comparación es más realista. Pensemos en la diferencia de rendimiento de un mismo sueldo entre un país como España o, por ejemplo, Marruecos.
Y aquí empiezan las malas noticias para España y Canarias. Hace poco más de 20 años España llegó a ocupar el 8º puesto en PIB per cápita en PPA a nivel mundial. En aquel entonces, Canarias se situaba, además, en la media de la tabla de las 17 comunidades autónomas. Hoy en día España se sitúa en el puesto 15 del mundo y Canarias, dentro de España, los segundos por la cola. En otras palabras, ni la productividad de España avanza al ritmo de otros países ni la de Canarias al de otras comunidades autónomas. Y lo peor está por venir, dado que en los próximos años iremos cayendo cada vez más en el ranking. Casi todas las proyecciones sitúan a España en la posición 17 a nivel mundial en 2030.
Por tanto, en principio iremos a peor en los próximos años en productividad per cápita que es lo que fundamentalmente determina si los sueldos van a subir.
¿Y por qué está tan estancada la productividad en España y en particular en Canarias? Son varios los factores, pero empecemos diciendo que en Canarias nos dedicamos mayoritariamente al sector servicios. Comparemos como ha crecido, por ejemplo, la productividad de un país que se dedica al sector industrial contra uno que se dedica al sector servicios en los últimos veinte años a través de un ejemplo. Imaginemos una fábrica de coches que hace 20 años tardaba unas 40 horas en ensamblar por completo un vehículo y hoy en día, gracias a la mecanización de procesos o al uso de robots, lo hace en 20 horas. La productividad de su planta habría aumentado un 100% en 20 años. Pensemos ahora en una peluquería, un restaurante o una recepción de un hotel. Hace 20 años, un peluquero tardaba exactamente lo mismo en cortar el pelo que 20 años después. Lo mismo es aplicable a un camarero o a un recepcionista. En 20 años apenas ha mejorado su capacidad de poder atender a más clientes y por tanto la productividad de su trabajo se ha estancado. En estos 20 años, los costes de las empresas, además, han crecido mucho, algo que puede quedar equilibrado con los aumentos de precio que se les han repercutido a los clientes, pero que explica que, en líneas generales, la productividad no ha avanzado al mismo ritmo que en el caso del sector industrial. Una explicación mucho mejor nos la da el economista surcoreano Ha-Joon Chang en su libro '23 cosas que no te cuentan sobre el capitalismo'.
Con una productividad per cápita que avanza lentamente, es complicado aumentar sueldos dado que esto haría que los costes de la empresa fuesen aún mayores. Es bastante sencillo de entender. Sin embargo, sorpresivamente, algunos partidos políticos proponen medidas como la de la reducción de jornada, algo posible en sectores de alta productividad (pensemos por ejemplo en un trabajador de Google) pero imposible de aplicar para el sector servicios. Si se obligara a ello, podemos imaginar las catastróficas consecuencias que tendría.
En los últimos tiempos, en Canarias se le ha achacado la mayoría de los males al sector turístico, con muchos ataques a los hoteles. ¿Cómo puede ser que, con récord de turistas, hoteles llenos y tarifas altas, tengamos tanto paro y sueldos tan bajos? Parte de la respuesta ya ha sido explicada, pero sumémosle otros factores que también inciden en la caída del PIB per cápita, por ejemplo el aumento de la población, aumento de la inmigración que no trabaja, aumento del envejecimiento de la población, inversión insuficiente en tecnología e innovación, desempleo estructural muy alto con niveles récord de Europa en desempleo juvenil, poca inversión en infraestructuras por parte del gobierno (antes expliqué que son parte de la fórmula del PIB y que apenas aumentó un 1% en 2023 y ha ido a menos en 2024) o el exceso de burocracia y regulación. Incluso pensemos en recetas que inflan el PIB sin un correspondiente aumento de la productividad como son, en muchos casos, las subvenciones y las ayudas estatales. Cuando metes todos esos factores en la coctelera te encuentras que la productividad per cápita es baja y por tanto se imposibilita llegar a acuerdos entre patronales y sindicatos para aumentar sueldos. Una empresa puede ir muy bien, pero es el PIB per cápita lo que en última instancia va a favorecer que los sueldos suban o no.
En la coctelera de los 55.000 millones de euros en números redondos que mide el PIB de Canarias, el sector turístico aporta directamente unos 20.000 millones lo que equivale a un 36% aproximadamente. Ese porcentaje, sin embargo, proviene de unas tablas input-output que analizan lo que aporta cada sector, que llevan 20 años sin actualizarse por parte del Instituto Canario de Estadística. En cualquier caso, al turismo se le reconoce unánimemente una aportación indirecta al PIB de más del 70%.
Si el año pasado llegaron a Canarias unos 17 millones de turistas podríamos estimar que cada millón de turistas aportó unos 1.200 millones al PIB. Sin embargo, algunos movimientos turismo fóbicos dicen que sobran turistas. Si quitamos 1 millón, pues tendremos 1.200 millones de euros menos a repartir para el PIB per cápita, con las consecuencias desastrosas que he descrito anteriormente para los sueldos. Igual no lo han pensado.
Se habla de un modelo que fomenta un exceso de turistas y causa pobreza (ya hemos visto como todo lo contrario), problemas de vivienda, atascos, problemas de residuos o incluso cortes de agua. Pero ¿qué porcentaje representan los 17 millones de turistas sobre la población de Canarias, cifrada en unos 2.2 millones de residentes? Pues teniendo en cuenta que la población residente reside durante los 365 días al año y que los 17 millones de turistas vienen por unos 9 días de estancia media podemos concluir que suponen un 18%. Por tanto, sería injusto y altamente improbable que fueran causantes de más del 18% de los coches en un atasco (de hecho, menos, porque la mitad usa guagua de turoperador), de los cortes de agua dado que el 82% de los que la consumen no son turistas y así con todo. No podemos culpar de nuestros males a los que representan el 18% de los individuos y mucho menos permitir que algunos políticos se sumen al carro de estas críticas, cuya ilógica es matemáticamente fácil de demostrar. De hecho, un estudio realizado por el Consejo Insular de Aguas de Tenerife concluye que el sector turístico solo consume el 10% del agua en esa isla. ¿Por qué se culpa a los hoteles que representan aproximadamente el 8% del gasto de agua en Canarias y no se habla del sector agrícola que representa el 40% del consumo? Algunos movimientos sociales turismo fóbicos coreaban el 20 de abril consignas a favor de dejar el turismo y volver a la agricultura. Quizás desconocen este dato. Al igual que desconocen que el CO2 que producen los aviones es el 2% del total mientras que el que proviene del sector agrícola es el 11%.
Cuando yo nací, en 1975, en Canarias residían 1.100.000 personas, justo la mitad que hoy. Lo mismo pasaba en el resto del mundo, éramos poco más de 4.000 millones y hoy somos 8.200 millones. La sobrepoblación nos ha traído muchos problemas, pero no caigamos en el error de culpar al turismo. Los datos nos indican todo lo contrario.
Es verdad que como he dicho anteriormente, casi todas las proyecciones nos sitúan en peor posición económica para 2030. Pero podría haber algún atisbo de cambio si en lugar de criticar el modelo turístico nos centrásemos en el económico. Además de los problemas de la baja productividad per cápita ya descritos, un gran causante de que los sueldos no crezcan es que cada vez las empresas y las personas pagan más impuestos. Pagar menos sería otra forma que contribuiría a aumentar sueldos. Sobre el sueldo bruto anual de un empleado, una empresa contribuye con aproximadamente un 30-35% más al Estado (por ejemplo, un empleado que gane 20.000 € anuales le supone un coste a la empresa de unos 26.000 €) y ese porcentaje no deja de crecer. De hecho, ha aumentado bastante más que la productividad por ocupado, aproximadamente un 20% desde 2019. Parte de ese incremento se podría haber destinado al sueldo que recibe el empleado. En otras palabras, las empresas cada vez pagan más pero el Estado se lleva cada año una parte mayor, lo que contribuye a mermar la productividad de las empresas y a su vez repercutirá en menos subidas de sueldo. Un verdadero círculo vicioso.
Por si fuera poco, parece que 2025 no viene cargado de buenas noticias para los canarios ya que subirá el agua, se creará una nueva tasa a la basura de cada hogar, antes incluido en el IBI, y se impondrá un nuevo impuesto denominado «céntimo forestal» para la gasolina. Adicionalmente, otras como las tasas turísticas siguen estudiándose por varios municipios para poder visitar nuestros espacios naturales. A este ritmo nos cobrarán por ir a la playa con la excusa de mantenerla limpia.
Lamentablemente, algunos seguirán pensando de forma errónea que la culpa del bajo poder adquisitivo de los canarios es del turismo.
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