Desde su primera edición, en 1963, la Conferencia de Seguridad de Múnich se ha convertido en el foro más importante para el intercambio de puntos ... de vista sobre política exterior, seguridad y defensa. Con la paz en Ucrania como telón de fondo, reunió este año a representantes de setenta países, incluido el nuevo vicepresidente de Estados Unidos, que aprovechó la cita para presentarse en el escenario mundial. El interés por su intervención fue mayor tras conocerse los planes de Trump para resolver el conflicto.
Sin embargo, en su discurso de veinte minutos, J. D. Vance no trató propiamente de seguridad, y solo de pasada mencionó a Rusia y Ucrania. Desde el comienzo dejó claro su interés por hablar de los valores compartidos por Estados Unidos y Europa. Centró sus reflexiones en la democracia y la libertad. Junto con el respeto de la dignidad humana, la igualdad, el Estado de Derecho y los derechos humanos conforman el elenco de valores fundamentales mencionados al artículo 2 del Tratado de la UE.
En opinión de Vance, las élites políticas están desconectadas de los ciudadanos: «No deberíamos tener miedo de lo que diga nuestra gente, aunque no nos guste». Sus palabras no cayeron bien, pero la reclamación ya se presentó en la Convención (2002-2004) convocada para estudiar el futuro de Europa. El Grupo de Trabajo VII, sobre la Sociedad Civil, exigió lo mismo, y también el Panel 2 (democracia europea, valores y derechos) en la más cercana Conferencia sobre el Futuro de Europa (2021-2022). Vance reclamó para los ciudadanos «la libertad de sorprender, de cometer errores, de inventar, de construir (…); no se puede imponer la innovación o la creatividad, al igual que no se puede obligar a la gente a pensar, sentir o creer».
Se ha criticado al vicepresidente de EE UU por el trasfondo ideológico de sus afirmaciones. Quienes se defienden de sus críticas tampoco están exentos de ideología. Nadie argumenta desde un pensamiento vacío, sino desde sus convicciones. Si tanto Estados Unidos como Europa comparten unos mismos valores fundamentales, ¿a qué responde la divergencia a la hora de interpretarlos?
Los valores son puntos de referencia del entramado social; de ahí su condición de fundamento, pues lo dotan de sentido. En el caso de la Unión Europea constituyen su 'dimensión ética', así reconocida durante los trabajos de la mencionada Convención. Europa no debe ser solo un conjunto de normas y procedimientos, ni un gran mercado. Es sobre todo 'vida', una manera de concebir la persona y la realidad social.
En los inicios del proyecto, los Tratados fundacionales no incluían referencias a esta dimensión. No hacía falta. Estaba implícita en el ambiente sociocultural de quienes lo impulsaron, con la finalidad de asegurar la paz en el continente mediante la cesión de soberanía y la búsqueda del interés común. El Tratado de Maastricht (1992) incluyó por primera vez los valores: en su preámbulo confirma la adhesión a los principios de «libertad, democracia y respeto de los derechos humanos y de las libertades fundamentales y del Estado de Derecho». A partir de ese momento, no dejará de estar presente en el ordenamiento primario de la UE.
La relación concreta de valores que conocemos es fruto de las comisiones de trabajo, pero su dimensión ética no es arbitraria. Implica una concepción de la persona: situada en el centro del proyecto, supone una referencia antropológica. Sin embargo, su significado y alcance no siempre son evidentes, y precisan claves de interpretación. De otro modo, los valores quedarían reducidos a expresiones más o menos amplias, de alcance y fuerza relativos, pero de raíces frágiles.
En mi opinión, tanto las palabras de Vance como la crítica legítima de algunos líderes europeos guardan relación con este punto: un mismo valor puede entenderse de forma diferente, dependiendo de cómo se interprete su fuente. Y los Tratados son claros: se basan en la «herencia cultural, religiosa y humanista» (Preámbulo TUE) y en el «patrimonio espiritual y moral de Europa» (Preámbulo, Carta Derechos Fundamentales).
Desde una óptica cultural, tanto los valores europeos como los americanos coinciden en sus orígenes: el pensamiento greco-cristiano y los ideales de la Ilustración. Con el paso del tiempo, esa herencia cultural ha evolucionado. Lo que se entendía compatible ha devenido en exclusiones unilaterales, y conduce a cierto vaciamiento de algunos principios. En un mundo que tiende al progreso a través de la ciencia parece predominar la tendencia a reducir tradición ética en favor de racionalidad técnica. El contexto internacional urge a Europa a considerar en serio la defensa colectiva frente a posibles agresiones. En otro plano, y no porque lo diga Vance, una reflexión serena sobre los valores forma parte del debate cultural que puede impulsar a Europa.
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