Septiembre es el mes más «nacionalista». Se celebran las fiestas de Extremadura, Asturias y Cataluña. Como una de las piezas fundamentales de los nacionalismos es ... la celebración del día del «despertar de la patria», cada autonomía se ha buscado la vida. Si no tenían dónde agarrarse, recurrieron a la fecha en que se firmó su estatuto (9 de junio: La Rioja) o tuvo lugar la primera sesión de su parlamento (30 de mayo: Canarias).
Algunas autonomías tuvieron la suerte de encontrar una fecha significativa como el 28 de febrero en Andalucía (referéndum reivindicativo) o el 23 de abril en Castilla y León (derrota de los comuneros en Villalar frente a Carlos I). Otras forzaron la historia como en Cataluña con el 11 de septiembre, cuando Rafael de Casanova lideró la lucha por la «¡llibertat de tota Espanya!» de los austracistas barceloneses (y de Alcalá de Henares), contra los borbónicos de Tarragona y otras ciudades, pero nunca una lucha de España contra Cataluña. Algunas conmemoraciones son belicoso-religiosas: Santiago Matamoros, Día da Patria Galega, el 25 de julio; y en Asturias, la Virgen de Covadonga, que guio a Don Pelayo para que comenzara la Reconquista.
Hay días nacionales muy singulares como el 2 de agosto en Cantabria: etnográfico Día de la Montaña. O el caso del Aberri Eguna vasco, que conmemora el descubrimiento, un Domingo de Resurrección, por parte de Sabino Arana de su condición de vizcaíno y vasco, no español, tras una conversación con su hermano Luis. El Día de Extremadura es el más pacífico y rarito: se dedica a la Virgen de Guadalupe, que pertenece a la diócesis de Toledo y no lideró ninguna batalla. En fin, nacionalismos Ikea, pieza a pieza.
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