![Vox arrastra a la derecha](https://s3.ppllstatics.com/canarias7/www/multimedia/201902/17/media/cortadas/10937354_4657528_20190217141154--1248x702.jpg)
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El problema para el PP y Ciudadanos no es aparecer en una foto con Vox, sino que influya de forma determinante en su contenido ideológico y que arrastre sus respectivas agendas. El Partido popular está sufriendo un proceso acelerado de contaminación de Vox, de derechización encaminada a recuperar el electorado que huyó de la pasividad de Rajoy, de años de políticas blandas, el apalancamiento en el estatus, en el centrismo estéril, de exclusión del partido de las posturas más radicales y de la expulsión de los ámbitos de poder de sus representantes.
Si algo tiene que agradecer España a José María Aznar es haber logrado mantener unidas a las distintas corrientes del PP y evitar el surgimiento de la extrema derecha. Sin embargo Rajoy pasó por el PP sin liderazgo alguno y posiblemente pase a la historia para los radicales como el más flojo de los presidentes del PP y sin pena ni gloria después de pactar con el PSOE y con Ciudadanos un 155 insuficiente descafeinado y que provocó una situación mucho más compleja que la que se trató de evitar. Rajoy, con su especial carácter gallego, sus limitaciones y sus miedos, descuidó mucho a esos sectores del PP que comenzaron a huir discretamente, entre ellos, y con especial significado, el de la política vasca María San Gil a la que siguió el máximo símbolo de las víctimas de ETA, Ortega Lara, que se lanzó a fundar Vox con su actual presidente, Santiago Abascal, otro miembro de las familias vascas acosadas por la banda terrorista.
En ambos casos el proceso vasco, el desarme de ETA, y cierto abandono de las víctimas, propició esa escisión. El asunto catalán, el que ocupa hoy la agenda española, pone en marcha el nacimiento de Ciudadanos, que no se nutre directamente del PP, pero que al dar el salto desde Cataluña al ruedo nacional logra aglutinar a los centristas descontentos del PP y del PSOE con un discurso moderno y moderado, pero muy duro en la cuestión territorial y con algunos «tic» antiautonómicos y ultraliberales.
La cuestión catalana es el eje de la política española y en torno a ella se ubican los partidos. El miedo ha hecho estragos entre los ciudadanos. El fracaso de Sánchez tiene mucho que ver con la falta de seguridad y firmeza con la unidad territorial. El resto se lo debemos al avance imparable del populismo de la ultraderecha que recorre el mundo y que amenaza seriamente muchos de los valores políticos y culturales consensuado en democracias como la española, como el autonomismo y la descentralización, igualdad de género, la tolerancia con la inmigración, el aborto o a la expresión sexual. Un movimiento que usa el patriotismo como reclamo, las banderas como símbolos de unidad y el rechazo a lo distinto y lo extraño de la convivencia. Vox no hace otra cosa que aglutinar a una amalgama incontrolada de descontentos contaminados por la nueva y peligrosa ideología cuyo máximo representante es Donal Trump.
Lo preocupante es que el resto de partidos de la derecha comienzan a hablar en los mismos términos, a asumir la necesidad de radicalizar las ideas y los discursos por la derecha, a usar la misma bandera, a pactar en contra de la izquierda moderada, como el PSOE, y a crear corrientes de intereses mutuos y pactos escondidos de cara a las elecciones.
Es así como Casado, que ya venía predispuesto a girar a la derecha, asume, sin dificultad alguna hacer de mascarón de Ciudadanos en Andalucía y pactar abiertamente con Vox, a hablar de inmigración, a matizar sus posturas sobre la mujer, o como ayer, antes de ganar las elecciones, a declarar que ya tiene redactada la aplicación del 155 para Cataluña, sin duda mucho más duro que el pactado por Rajoy.
Ciudadanos huye de la contaminación de Vox, pero lo hace sin éxito. Las encuestas sangran al partido de Rivera que se revela más combativo con el independentismo y sostiene atisbos ideológicos que le sacan del carril del centrismo en el que ha tratado de colocarse. Vox obliga a Ciudadanos a definir sus posturas, marca su agenda y lo esquina ante el electorado compartido. El pacto andaluz con un partido que recluta a lo peor de cada región y que está dispuesto a acogerse al miedo como arma electoral para que caigan en su saco los votos de los descontentos de un lado y de otro, no ha pasado desapercibido para los votantes de centro, y ha colocado al partido de Rivera en la derecha. Ciudadanos, el partido que podría pactar con el PSOE, -si éste sobrevive a la contienda electoral-, y alejar del poder el fantasma de la ultraderecha, está siendo llevado a donde no quería, a un bloque monolítico de derechas en el que Vox tira del carro.
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