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Ya lo dice el refrán: «No hay más ciego que el que no quiere ver». Esta frase le viene al dedo a la alcaldesa de Las Palmas de Gran Canaria Carolina Darias, cuando se escucha cómo habla del Plan de Higiene Urbana. Un simple paseo por la ciudad, incluidos los barrios por los que ya ha pasado este despliegue, pone de manifiesto que la suciedad y la inmundicia están por todos lados en la urbe más poblada y cosmopolita del archipiélago.
La alcaldesa puede cantar misa (seguimos con el refranero), pero la realidad canta más alto y mejor. No hay conversación con alguien que viva o transite a menudo por la capital grancanaria en la que no salga lo sucia y apestosa que está la ciudad. Hay zonas en las que, sin exagera, se debería declarar alerta roja sanitaria. Y no solo se trata de aquellos enclaves en los que ratas como gatos (más refranes) campan a sus anchas porque los contratos de desratización llevan caducados meses.
Este problemón es previo a Carolina Darias. El anterior mandato con Augusto Hidalgo sentó las bases del caos de limpieza, pero con la exministra al frente lo único que se ha hecho son cortinas de humo y 'comprar' con migajas a vecinos para que acudan a los plenos donde se debatía sobre esta cuestión a contar fantasías y poner medallas a quien no se las merece. No vale como excusa que se está a la espera de la tramitación administrativa del nuevo megacontrato de limpieza para la ciudad. Si al tema le pusieran la mitad de ganas que se tuvo para el alumbrado navideño o ahora para el carnaval, la ciudad ya habría dejado de apestar hace tiempo.
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