Al igual que sucedió con la pandemia de la covid-19, la devastadora DANA que arrasó la pasada semana distintos enclaves de Valencia y Albacete ... debe servir como aprendizaje para el presente y el futuro.
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Evidentemente, el cambio climático, tal y como llevan años advirtiendo los especialistas, nos llevará a vivir a menudo catástrofes de esta índole en muchos lugares del planeta. Esto obliga a una mayor formación para saber cómo enfrentarse a estos sucesos. Lo requieren tanto la ciudadanía como las autoridades que son las que toman las decisiones en los estados de alarma máxima.
Pero de la pandemia también aprendimos otras cosas, como que la avaricia desmedida, la ausencia de escrúpulos y los trapicheos ilegales no aflojan en los momentos extremos. Al contrario, entre algunos se disparan.
Cuando el confinamiento fue una realidad y miles de personas morían por el maldito virus, hubo individuos que pusieron en marcha varias tramas para enriquecerse a costa del erario público. Recuerden los casos de las mascarillas, cuyo dinero no ha regresado.
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Ahora, el 99% de la población está sobrecogida y devastada ante la catástrofe de la DANA. Pero les aseguro que, al menos un 1% ha visto en esta desgracia una nueva oportunidad. No duden que desde mediados de la pasada semana han comenzado las llamadas a algunos miembros de la Administración para cazar contratos para la ayuda y la reconstrucción. Confiemos en que los que han sido 'tocados' por estas hienas tengan vergüenza y les aclaren que no todo el mundo se vende por unas buenas mordidas.
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