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Soy gordo y calvo y si hacen un chiste a partir de estas características físicas, mías o de otra persona, no me ofendo. Me descojono, ... si el chiste es bueno, claro. El humor no es ofensa. Son cosas muy distintas. Siempre y cuando se maneje con sentido común y respeto, como es lógico. No se trata de burlarse de los semejantes. Al contrario, se trata de normalizar cualidades o situaciones, repito, desde el respeto. Evidentemente, hay cuestiones que hace unos años eran objeto de las creaciones humorísticas por parte de algunos profesionales que hoy están fuera de lugar. Antes también lo estaban, pero se miraba para otro lado, lo que es inaceptable. Me refiero, por ejemplo, a la violencia machista.
Hoy se camufla bajo un manto falso de respeto y defensa del prójimo. Pero lo cierto es que manda la censura. Y la autocensura, que es mucho más dañina. Los 'ofendiditos' reinan de forma implacable. Han revivido la inquisición y la ejercen sobre todo desde las redes sociales. La mayoría desde el anonimato y algunos a cara descubierta, porque así se autoproclaman como progresistas cuando realmente son unos fascistas y retrógrados.
Normalizar y reírse de uno mismo es una terapia insuperable. Tumba frustraciones, propias y ajenas, estrecha lazos, elimina barreras y crea ambiente de mayor tolerancia, aunque los 'odiadores profesionales', unos amargados, no lo entiendan. A estos últimos les recomiendo que recuperen en internet o en plataformas digitales episodios o pasajes de producciones anglosajonas –ellos sí que van a por todas– como 'Little Britain', 'Saturday Nigh Live' y por supuesto de los Monthy Pyton. Igual se alegran el día y nos dejan en paz al resto.
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