Tendemos a darlo por hecho, pero un país no es la voz de su presidente. Menos aún es lo que dice uno de sus ministros. ... Esta premisa habría que tenerla presente para entender la crisis diplomática actual entre España y Argentina. Las salidas de tono de Javier Milei y de Óscar Puente no se fundamentan en la opinión mayoritaria de sus respectivos países. Son valoraciones (exabruptos, para ser más precisos) propias de ambos y de sus equipos para generar fango, fruto de una evidente estrategia para distraer la atención de las cuestiones realmente importantes de sus respectivos países. Son cortinas de humo diseñadas para provocar una tensión diplomática entre ambas naciones con el único objetivo, por ambos lados. Que se hable de la misma y no de los verdaderos e importantes problemas que atraviesan ambas naciones.
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Argentina lleva al borde del precipicio muchas décadas. Y con Milei tiene toda la pinta que está a un paso de saltar al vacío. Como buen populista, el presidente argentino gusta de generar polémicas cada vez que abre la boca, para que sus drásticas y fascistas medidas pasen desapercibidas porque los medios y la plebe están entretenidas debatiendo y criticando las barbaridades que ha soltado. Donald Trump es otro que sigue la misma línea de actuación.
Óscar Puente parece que es el elegido por el Gobierno que preside Pedro Sánchez para asumir este rol. Y el ministro, además, lo disfruta.
No nos dejemos engañar. Este episodio es una bobada, que le viene de cine a ambos gobiernos para distraernos. Un circo como camuflaje. Lo de siempre.
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