Parece un lejano recuerdo, pero hubo un tiempo no muy lejano en el que la población esperaba ansiosa su pinchazo con la vacuna para hacerle frente a la covid. En muy poco tiempo aprendimos mucho sobre si AstraZeneca era más fuerte, Moderna más suave o la Pfizer la más segura.
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Fue en ese momento, donde el virus tenía acorralada la economía y la libertad de empresas y personas, cuando otros no tenían ninguna duda con su favorita: equipo Pfizer. «Bernardo, folla mucho y disfruta» dijo el poeta a Tito Berni. Y para eso, claro está, hay que tirar de botiquín, porque la edad es la que es y las fuerzas son las que son.
El fenómeno Pfizer, compañía con cerca de 200 años de historia, comenzó con la penicilina en la Guerra Mundial, llegó al éxito mundial con la famosa pastillita azul de la viagra, para levantar el ánimo de tantos parroquianos, y alcanzó el cielo con la vacuna «la buena» para inmunizar contra la covid.
Fue precisamente en la pandemia cuando todos aprendimos a pronunciar el nombre de esa empresa estadounidense, que rápidamente cogió la fama de que tenía la mejor vacuna, la más segura y la que menos «tirado» te dejaba. Aunque más de uno imagino que muy bien no se levantaba tras esas largas noches de «prostitutas, cocaína y viagra» que estamos conociendo dentro del desagradable caso Mediador.
Unos preocupados por si tendrían dosis para protegerse, otros, en cambio, preocupados por si tendrían demasiadas pastillas para (siga la rima). Todos los caminos llevan a Pfizer, que debería nombrar a Tito Berni embajador honorífico.
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