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Primero hubo leves protestas por el juego, luego silbidos contra el destino, cuando llegó la deserción del graderío ya se estaba consumando lo que periodistas y entendidos, hacía un tiempo, habían barruntado: una muerte anunciada. Algún niño lloró con la bandera anudada al cuello y gran parte del respetable abandonaba el estadio con la cabeza baja a pasar el amargo momento con una copa, cuitas con los amigos o la ilusión puesta en cosas que valieran la pena. En pocas semanas se había pasado de la esperanza, con la pasión de siempre, al desencanto. Tristeza provocada por acontecimientos de los que se sabe la causa: pesadumbre por una pérdida. Tal como si fuera un duelo. En Psicología, un sentimiento penoso por la pérdida de algo muy querido. En este caso simbolizado en un equipo, una bandera, una historia de sentimiento y fieles adhesiones.
«Solo dos veces mi mujer se animó a interrumpirme la siesta. Una para decirme que habían ocupado las Malvinas y otra que Diego había firmado por los ñuls». Así describió el escritor y humorista argentino Roberto Fontanarrosa su rabia por el pase del Pelusa, Diego Armando Maradona, de Rosario Central, equipo de los Ferrocarriles argentinos, llamado también el equipo del pueblo, al Club Atlético Newell’s Old Boys de Buenos Aires. «En este incidente y su pasión por el equipo de sus amores se inspiró para escribir su célebre obra Cuentos del fútbol en el que cuenta que los apasionados relatos de los fanáticos locutores, expresión argentina para llamar a los aficionados, fueron parte de la banda sonora de su vida porque “ese ruido de fondo», (quien lo diría) le tranquilizaba. Lector y seguidor del escritor argentino han sido figuras del fútbol como César Luis Menotti o Jorge Valdano. Este último que triunfó, como jugador, en la selección albiceleste y el Real Madrid y como entrenador llevó al equipo canario del Club deportivo Tenerife a las mas altas cotas de su historia deportiva, inventó dos términos que ya han pasado a la historia sociológica y emocional del fútbol moderno: el miedo escénico para referirse al temor que sufren los equipos cuando pisan el césped y juegan en grandiosos y míticos estadios como el Nou Camp, el Bernabeu o el Old Trafford, teatro de los sueños del Manchester United y el que un equipo de fútbol es un estado de ánimo. Acertó de pleno y fue uno de los entrenadores y directores deportivos que implantó la psicología como ciencia de la conducta, ejercida por profesionales titulados, que pasaron a formar parte del cuadro técnico de los equipos y empresas del deporte. Se trata de una corriente innovadora que ya estaba implantada, por ejemplo, en federaciones y entidades deportivas y de la Actividad física de alta competición en países del Este, Canadá, Reino Unidos y los Estados Unidos y que, en España, comenzó a finales de la década de los setenta y principios de los ochenta del siglo pasado, en clubs de fútbol, entre ellos el equipo de la selección nacional.
En Canarias lo creó el técnico del Club deportivo Tenerife Jorge Valdano cuya experiencia luego trasladó al Real Madrid y que, sin remontarnos tan atrás, implantó hace bien poco Luis Enrique en el Club de Fútbol Barcelona. En el equipo de La Unión Deportiva Las Palmas, siendo presidente de la entidad el médico Don Domingo Ponce, fue pionero, el también médico y entrenador José Antonio Ruíz Caballero, en especial, a través del fútbol base en las categorías infantil y juvenil en las que colaboraron los profesores, psicólogos, Gonzalo Marrero y el autor de este artículo. No sin cierta reticencia y oposición por parte de algunos. Siendo director de la Escuela provincial de entrenadores de Fútbol, situada en aquella época en un lateral del Estadio Insular, el citado doctor Ruiz Caballero y el que escribe profesor de la materia Psicología deportiva, ante la implantación de las nueva materias y maneras de programar los entrenamientos y actividades físico-deportivas, escuchamos decir a algunos de la vieja escuela que «eso eran modernismos» y que lo importante era que los jugadores le echaran mucho de lo que tiene que ver con el órgano masculino de la reproducción. En lenguaje coloquial y entendible, coraje y moral. En términos psicológicos motivación de logro.
Entre los objetivos de estudio e intervención de la ciencia psicológica en un juego de equipo está el estudio de la aptitud cognitiva y personalidad del jugador y hacer porque sume en el logro de un objetivo común de un grupo activo y cohesionado con la suficiente capacidad y entereza para saber afrontar el estrés y tolerar la frustración. Centrándonos en la actual situación del equipo representativo, en otro tiempo, de toda la Canarias futbolística, quizá no sea el momento de vituperar a villanos por parte de una afición desencantada sino de aceptar la catarsis dolorosa de una pasión truncada y armarse contra la frustración con la esperanza de un futuro en el que los pitos se conviertan, más pronto que tarde, en aplauso en un anfiteatro colmado, de nuevo, de ánimos e himnos identitarios. Sin olvidar que hay otra manera de olvidar tanto fracaso acumulado. La que guardan muchos en la memoria y así se lo hacen saber a los más jóvenes. Que hubo un tiempo que la gente acudía, horas antes del partido con vianda, bebida, periódico y hasta baraja o parchís al viejo estadio de Ciudad Jardín, hoy convertido en pálido reflejo de pasto, bancada, parque y merienda de familia, a disfrutar con aquellos gladiadores del cuero en tardes y noches de gloria. Un goce de ilusión estética acompasada, futbolera, tal que era la elegancia de un tal Tonono que limpiaba la pelota al contrario sin apenas tocarlo, el talento y pase largo de Juanito Guedes, el fútbol de seda de Germán Dévora o el toque de balón del argentino Quique Wollf, hoy comentarista deportivo de la televisión bonaerense, del que decían que jugaba sin despeinarse. También es una manera saludable de expresar el duelo por una pérdida.
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