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Ni El Grinch ni Krampus, ómicron es el verdadero terror de la Navidad. La nueva variante está empeñada en amargarnos las fiestas provocando récord de contagios diarios y dejándonos claro que, a diferencia del volcán de La Palma, esta pesadilla está lejos de terminar. Desde hace tiempo pienso que el número de nuevos casos debería de dejar ser noticia una vez que las vacunas han llegado. Las dosis están demostrando su efectividad a la hora de reducir los efectos del virus y, aunque no logran frenar la transmisión, al final lo que cuenta es evitar el colapso de hospitales y el incremento de fallecidos.

Pero el problema está siendo que los ingresos aumentan peligrosamente por lo que volvemos a vernos con restricciones que cercenan nuestra libertad y golpean la economía. Que ensombrecen nuestra felicidad en unas fiestas que nos merecíamos después de tanto drama, tantos inconvenientes, tanta incertidumbre y, sí, tantos enfrentamientos por culpa del dichoso virus. Alguna vez, digo yo, tendrá que acabar esta agonía y volveremos a esa idílica normalidad ya tan lejana. Y la valoraremos. Sabremos, después de esta odisea, valorarla.

Al menos podemos celebrar la victoria de Boric en Chile, cuyo ejemplo e ideas ojalá se extiendan por el resto de Sudamérica, y en el plano personal el inicio de una nueva etapa que hacen de este artículo una despedida. Ha sido un privilegio haber contado con este pequeño espacio semanal para defender lo que desde el corazón he sentido que es justo. Y haberlo hecho de forma libre, sin censura a pesar de que lo expuesto en estas líneas pudieron alguna vez traer consecuencias a la cabecera. Ojalá todos tuvieran esa oportunidad. Ojalá todos dieran esa oportunidad. Hasta siempre.

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canarias7 El terror de la Navidad