![Superar las contradicciones](https://s3.ppllstatics.com/canarias7/www/multimedia/201906/02/media/cortadas/636943336563332486_5124888_20190602122144--1248x702.jpg)
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Si algo necesita este país es el consenso de los partidos constitucionalistas para alcanzar objetivos comunes que la política de bloques ha despreciado por la inmediatez. Y sin algún peligro amenaza la estabilidad y el futuro es la política de bloques y trincheras que se ha venido practicando después de la moción de censura de Pedro Sánchez contra Mariano Rajoy. Ciudadanos, políticos y periodistas nos hemos instalado en lo simple, sin mirar más allá de la defensa de postulados partidistas que han desdibujado los objetivos que deben mover a los grandes líderes y a su partidos. Hemos creado un espacio de confrontación, yo diría que populista y friki, de la que los únicos beneficiados han sido la ultraderecha y el independentismo.
Así es como se ha impuesto en España debates absurdos, poco sustanciales, de pocas ideas y menos palabras. Se adueñó de la voluntad de quien tenía algo que decir en este país el titular fácil o el tuit efímero. Es posible que lo hayamos pasado bien con esta dialéctica ideológica y con la atronadora palabra de lo fácil, de lo simplón y lo burdo, pero no hay nada más propio del absurdo que el enfrentamiento de las ideas simplonas, que sólo pretenden conseguir posicionar a unos contra otros. Es así como hemos acallado a los críticos, a los que, de forma mesurada y casi censurada, han insistido en que el camino es otro, más allá de telediario.
Se va por el sumidero la grandeza de los acuerdos constitucionales que nacen de la altura de mirada y que sólo están en manos de quien, hoy, es capaz de escapar de la estrategia de bloques, sobre todo cuando la fractura, por la derecha y por la izquierda, es ya otro de los grandes fracasos de la política española. Ni Podemos es lo que era, ni la esperanza blanca de Vox ha cuajado.
Cuando la noche del 26 de mayo el PP celebraba los resultados en Madrid y la posibilidad de arrebatar a la izquierda la capital y la comunidad sólo estaba hundiendo un poco más el hacha de la sangrienta pugna que tiene al país aletargado. Lo digo igual que dije en su momento que el apoyo de los independentistas a Pedro Sánchez abría una etapa de chantaje a España que sólo acarrearía una mayor fractura.
Es posible que Pedro Sánchez sea presidente de nuevo con los votos de los independentistas y de Podemos y es posible que Ciudadanos y el PP se conformen con arrebatar Madrid a la izquierda. Las contradicciones ponen de relieve la escasa altura de miras. La derecha jactándose de los peligros que acarreará una investidura en manos de los independentistas y la izquierda criticando los acuerdos de la derecha con Vox, sin levantar la mirada del suelo y ver que existen otras posibilidades de mayor alcance.
«Con Rivera no», gritaron los militantes de Sánchez la noche del 28 de abril a las puertas de Génova. «No es no», repite una y otra vez Rivera allí donde va para que Sánchez lo escuche. Gritos y expresiones de la política de bandos y trincheras, que sólo buscan la aniquilación del contrario y salvación propia ante un electorado, que si algo ha dicho en estas elecciones y en las anteriores es que existen vías y margen para hacer algo distinto en esta España desolada, que ha sabido aguantar esta situación, pero que merece una oportunidad de futuro.
Y eso es posible porque el PSOE ya no corre peligro. Es el líder indiscutible de la izquierda. Porque el PP ha consolidado su posición y tiene futuro como partido frente a Vox y Ciudadanos; y porque éstos, los de Rivera, han quedado en el lugar que les corresponde, como fuerza integradora que ha usado más las ideas que las emociones y que ha logrado aislar el populismo que se ha impuesto en toda la política.
Ciudadanos no es hoy la alternativa a la derecha. Ese es un error de bulto de Rivera y los suyos. Nunca debió aspirar a sustituir al PP, a ser el líder del bloque sino a ser fiel a sus ideas fundacionales y preservar la necesaria vertebración del país. Después de las elecciones municipales Ciudadanos debe replantearse su papel en España y ser lo que siempre aspiró a ser, un partido con capacidad para arbitrar soluciones allí donde hace falta la cordura, como ha hecho en distintos territorios.
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