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Debo reconocer que me tomé lo de la viruela del mono como algo lejano y más exótico que real cuando salieron a la luz los primeros casos en diferentes países. No le di mayor importancia y entendí que el poco alarmismo que existía en ese comienzo se debía a que el coronavirus nos ha convertido en una sociedad más hipocondríaca, más miedosa, y con razón.
Mis días transcurrían con cierta tranquilidad a este respecto hasta que apareció en escena Fernando Simón. «No es probable que la viruela del mono vaya a generar una transmisión importante en España, pero no se puede descartar», dijo hace unos días. Estamos jodidos, pensé. Como si de una pesadilla se tratara, automáticamente me vino a la mente aquella fatídica intervención del mismo protagonista con similar análisis en el comienzo de la pesadilla pandémica, donde Simón se aventuró a decir que los casos de covid en España serían anecdóticos.
Las redes rápidamente se llenaron de memes cuestionando el acierto del director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, casi nada. Su credibilidad desde la pandemia está por los suelos, pero al hombre le gusta la fiesta, y se vuelve a lanzar a la piscina sin miedo. A partir de esas contundentes palabras, los casos han ido creciendo lentamente por España, nada alarmante, pero tampoco nada que no deba alarmar.
La persona que debería transmitir a la población tranquilidad ante episodios de este tipo, resulta que es el bombero que apaga el fuego con gasolina, al menos mediáticamente. Así que veremos como evoluciona la viruela, a pesar de Simón.
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