Rutas de salida

La semana dedicada a la erradicación de la pobreza no podía ser más oportuna. Los hechos permiten comprobar las fórmulas más agudas para esquivar los golpes de la miseria. La más vistosa es ese puente marítimo sostenido entre el inframundo de las costas en el África continental y el dique fronterizo de Arguineguín. El flujo constante de unas 200 personas al día, con incrementos puntuales cuando algún ministro se acerca a la zona, muestra una plan de salida contundente. El billete cuesta en torno a 2.000 euros, una hipoteca que se paga con la vida, a veces por adelantado y otras veces en cuotas de largo recorrido. Los cálculos de los voluntarios cifran en unos 700 los muertos que se ha tragado el océano en lo que va de año, cadáveres que el mar no devuelve.

Los beneficios de los traficantes son más difíciles de sumar; son menos los interesados en difundir el rostro de los negreros. Una referencia genérica a la injusticia mundial esquiva los detalles más sórdidos del relato. La insistencia oficial en mirar para otro lado revela la estrategia pactada; mientras estén encerrados en islas, el problema estará lejos. La Europa continental no necesita más alternativa; la lejanía es la respuesta. La principal confusión de la vieja radica en creer que la migración en masa se arregla poniendo vallas en las olas. Pagados todos los gastos de los usureros.

Luego está la pobreza doméstica, la que no viaja pero se hunde en las turbulencias de las deudas propias y las heredadas. Es menos estética; no hay fotos ni aglomeraciones, salvo puntuales repuntes en los repartos de la beneficencia. Aún es pronto, pero ya vendrán los gestores públicos a cobrar por sus virtudes. Que sólo 5.863 personas en Canarias hayan cobrado un mínimo ingreso vital es una anécdota. Lo que importa es la ruta. Porque de esta saldremos juntos y/o más fuertes, ¿no?