Cuando hace un año apuntaba hacia la crisis de gobernabilidad que podría vivirse en cualquier momento en el Cabildo de Fuerteventura y, por tanto, que si algo tuviese que ocurrir políticamente en Canarias, sucedería primero en la isla majorera, lo unía a otra reflexión a cuenta del futuro de CC: ¿no le incomodará con el tiempo pactar con Vox? De verdad, ¿es este su horizonte deseado? Estas premisas que fui desarrollando, a buen seguro, se constatarán aún más en Catalunya el 14F, unos comicios cuyas repercusiones serán mayores que las del verano pasado en Euskadi y Galicia. El domingo, probablemente, asistiremos al desplome de Ciudadanos que será el anuncio de su concurso de acreedores paulatino en el conjunto estatal. También a una irrupción de Vox que puede incluso que le dé el 'sorpasso' al PP. La encuesta publicada ayer en CANARIAS7 tan solo dibujaba tímidamente esta opción, la sustitución de Vox por Ciudadanos, que el 14F reforzará. La reforma electoral canaria, elevando la barrera autonómica al 6%, se antoja un instrumento de estabilidad de nuestro autogobierno imprescindible para que no sea extirpado por la extrema derecha.
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Este era el tablero descrito hace un curso y, aun así, CC apostó en su cita congresual (legítimamente) por depositar el timón de la organización en Fernando Clavijo. El mismo que no visualizó la llegada del multipartidismo. El mismo que protagonizó en su Presidencia de un solo mandato la pérdida de CC del epicentro del sistema de partidos. El mismo que pretende mantener el mando en plaza aun condenando los posibles de su partido. Porque, así las cosas, y aun siendo advertidos, ¿CC va a pactar con la ultraderecha?
Todo esto no solo no supo digerirlo a tiempo CC sino que ahora le viene (como al resto) una segunda ola de inestabilidad política que requiere de pericia para surfearla: la erosión imparable de la Segunda Restauración y el estrés normativo (constitucional, electoral...) que conlleva. CC nació en la década de los años noventa causando expectación y en la actualidad va camino de quedarse como una formación supeditada a otras (PSOE) e incapaz de retomar el sendero de transcendencia que albergó en su momento. Salvo, insisto, que el plan del 'clavijismo' se ciña a entenderse con Vox. Cosa que ningún nacionalismo (ni el vasco ni el catalán ni el gallego) haría ni por asomo. ¿O es que CC anhela ser la marca de Vox en el archipiélago al modo de una UPN radicalizada del todo? Y que sea entonces cuando declaraciones como las de Carlos Alonso en el pleno del Cabildo de Tenerife («Aquí no somos negros, somos españoles», luego matizadas) u otras de Ana Oramas en el Congreso de los Diputados sirvan de antesala del viraje que está por consumarse.
La realidad es la que es. Si CC no reacciona se verá superada por los cambios venideros. Aferrarse al 'clavijismo' es como creer, salvando las debidas distancias, que el 'felipismo' haría remontar al PSOE después del desalojo de La Moncloa en 1996. Hay múltiples ejemplos que valdrían para el caso y en ambas bancadas ideológicas. La regeneración interna implica a la vez una nítida estrategia política que nunca puede ser aquella que te llevó a la derrota. Los posibles de CC se reducen a marchas forzadas. Y aliarse con Vox nunca será un salvavidas. Menos para unas siglas que aspiren a identificarse con el nacionalismo canario.
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