Acostumbrados al halago y a justificar absolutamente todo en estos tiempos que corren, cuando llegan los varapalos lo primero que se hace es ocultar la ... realidad y poner en marcha tácticas de antaño que hoy en día huelen a rancias. No entiendo por qué no se asume lo sucedido y se informa sin tapujos, algo que ayudaría a crecer.
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La pasada semana se disputó en el Gran Canaria Arena un encuentro al que denominaron como el más importante del siglo, entre el Guaguas y el Olympiacos griego, correspondiente a una ronda previa para la Liga de Campeones de voleibol. El objetivo no se logró, pero me resultó curioso comprobar cómo en los medios oficiales del club se destacó que acudieron 3.100 espectadores al recinto de Siete Palmas y en el acta oficial de encuentro se indica que fueron 1.200 personas al partido, gratis claro. ¿Qué se busca con esto? ¿Engañar al político de turno, que es el que aprueba las suculentas subvenciones? Cuántos aficionados irán a los encuentros de Liga. ¿Es mejor obviar el detalle o poner la realidad? Lo mejor es decir la verdad.
El deporte de élite en la isla se está acostumbrado a situaciones rocambolescas, con un seguimiento escaso que denota que hay mucho trabajo por hacer, ya que antes de iniciar un proyecto hay que poner los cimientos de la base y no hacer la casa desde el tejado.
Cuando se gana, rápidamente todos acuden a la foto de rigor. Una anécdota. El último equipo que ha pasado por el besamanos del Cabildo fue el Molina Sport de hockey, que ganó la Supercopa. Fue un error sin más, pero resultó gracioso comprobar cómo en una nota de prensa enviada desde el Cabildo se indicaba que se iba a recibir al equipo de «jockey».
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Sumar esos títulos que se consiguen no debe impedir ver la cruda realidad de nuestro deporte, con infraestructuras en decadencia, clubes que subsisten gracias a las cuotas que aportan los padres y madres de los deportistas y a un esfuerzo sobrehumano por poder cumplir con sus respectivos retos y compromisos.
Pero la vida sigue igual. Ustedes se imaginan una final con menos de 500 personas. Pues eso hoy en día es real, y pasa en Gran Canaria, la isla en la que se celebran Copas y Supercopas por doquier, lo que provoca que ya uno pierda el sentido y el valor de las cosas.
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El baile de cifras se puso de moda en las carreras populares y ahora ha llegado a los clubes de élite. La realidad debe prevalecer, porque cuando se pierde esa perspectiva el fracaso cada día se acerca más.
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