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Acabaron las maniobras militares de la armada en aguas canarias. Al suroeste de El Hierro, durante dos días, se citaron diferentes navíos (incluido el portaaeronaves ' ... Juan Carlos I') para practicar el tiro (mísiles y bombas) con el hundimiento de un barco, ya dado de baja. Ha habido protestas de distintas plataformas por la paz en las islas que han rechazado la decisión del Ministerio de Defensa. Al margen del daño medioambiental, fuentes oficiales aseguran que han tratado de minimizarlo, cosa que habría que ver, está la realidad de usar una tierra de paz para ejercicios militares.
En Canarias concurre un claro rechazo ciudadano a las operaciones militares. Aquí ganó la negativa en el referéndum a la OTAN (que casi deja noqueado a Felipe González), hubo una clara contestación a la base militar que querían instalar en Arinaga (Agüimes) y se recuerda las triquiñuelas y desventuras de los legionarios en Fuerteventura. Cuando la legión abandonó el Sáhara Occidental y se instaló en sede majorera, enseguida se detectó el problema que suponía: altercados, borracheras, trifulcas y hasta asesinatos. Así fue.
En concreto, varios legionarios mataron a un alcalde de pedanía en abril de 1976. Fue en Güisguey y el asesinado fue Pablo Espinel de Vera. Asimismo, en enero de 1982 un legionario mató a tres turistas. Uno de los fallecidos apareció en un pozo y los otros dos en la arena de Pájara. Evidentemente, de esta memoria no se habla. Estos incidentes no son recordados desde Madrid. El Cabildo en los años ochenta solicitó la retirada de la legión. Y esta solo se produjo en 1996. Es decir, dos décadas estuvieron miles de legionarios haciendo y deshaciendo en Fuerteventura para incordio de los isleños.
Felipe VI asistió a los ejercicios de la armada. No solo le dio solemnidad sino que bendijo una operación que, ni por asomo, se hubiera producido cerca de Catalunya o Euskadi. Esto es, lo que arroja (una vez más) es que la armada pone rumbo a Canarias (y no a Baleares) para hundir un barco mientras realizan simulacros o directamente emplean fuego real, con una vocación de mirar a las islas como una plataforma para perpetrar sus intereses militares. No somos un campo de tiro. Denota una visión neocolonial.
Mientras el mundo asiste a la guerra en Ucrania, y desconocemos cómo de sostenible es la gobernabilidad de Putin, al suroeste de El Hierro se fue la armada a insuflar espíritus belicosos. Luego no nos alarme que Marruecos, en beligerancia con el Frente Polisario, trate de que Estados Unidos haga sus respectivas maniobras en estas latitudes para desmoralizar al pueblo saharaui. Canarias atesora una condición geopolítica única, muy interesante. Avivar que es un punto potencial de encontronazos militares no nos es favorable. Y espanta al turismo. Aunque esto no lo entienden en el Ministerio de Defensa ni en la Casa Real. Se ha echado en falta estos días que formaciones políticas con representación parlamentaria en la sede de Santa Cruz de Tenerife hubiesen emitido un comunicado en contra de los juegos de la armada. Ha imperado un silencio manifiesto tan solo roto por algunos grupos de activistas y pacifistas que han elevado la denuncia social. Los partidos no los han secundado. Qué pena.
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