![¿Qué votamos en abril?](https://s1.ppllstatics.com/canarias7/www/multimedia/201902/24/media/cortadas/636863758542531948_4684095_20190224130918--1248x702.jpg)
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Votar el 28 de abril será un gesto de mayor trascendencia que el habitual en las convocatorias anteriores. No se trata de partidos o cambios en el poder del Estado, sino de quién y cómo afrontar el mayor reto al que se enfrenta España en los años venideros. ¿Diálogo o mano dura con Cataluña? ¿Una mesa para hablar o aplicar el 155? Esa es la cuestión de fondo ante dos modelos de gestión del asunto independentista. Todo ello aderezado con la estrategia del miedo. La derecha impulsando la idea de que la izquierda venderá España al independentismo y la izquierda amenazando con todo tipo de males si llega la ultraderecha al poder.
Cataluña se ha convertido en el eje principal de la política española. El independentismo puso en jaque todo el sistema constitucional y en crisis el modelo político y territorial español. No sólo ha captado la atención de los españoles durante los últimos años, sino que ha infundido miedo en gran parte de la población, ha movido y derrocado gobiernos, ha impulsado partidos como Ciudadanos, ha hecho renacer la ultraderecha y ha puesto patas arriba al último gobierno socialista.
Todo ello en medio de un macrojuicio, el del procés, cuyo resultado final es aún una incógnita sobre la tensión o distensión que provocará la sentencia de producirse una condena por rebelión. A ello se une un recalentamiento de los ánimos entre los partidos independentistas que juegan a la radicalidad y al victimismo ante sus electores. En el independentismo se libra una dura batalla por el poder interior. La pugna entre Ezquerra Republicana de Cataluña y el resto de la derecha, dividida entre Puigdemont y los demás, se recrudece ante el temor de la burguesía catalana, muy debilitada y con dudas acerca del futuro de sus planes, de perder el timón de la Generalitat, ese aparato de Estado paralelo que tantas bocas ha alimentado desde que nació CiU.
Todo ello en medio de un cierto agotamiento de los catalanes a pie de calle. Las manifestaciones ya no son lo que eran y los más radicales acuden a la violencia generalizada y al gamberrismo para hacerse oír. ¿Cambiará algo este escenario en el momento de ir a votar? Sensatamente creo que no.
Los partido catalanes mantendrán el pulso porque de la fuerza depende su supervivencia en el poder. Los partidos españoles también, sobre todo la derecha, porque saben que este asunto es el que mueve gran parte del miedo ciudadano a una crisis del Estado.
La pregunta sobre quién quiero que gobierne España está supeditada a la pregunta de cómo quiero que se resuelva el asunto catalán, en medio de una gran confusión de siglas que nos llevará a una larga negociación para un pacto estable. La foto fija que nos da las encuestas, desprestigiadas y con muchas dificultades para acertar, nos sitúan en un escenario de dos bloques. Hemos pasado del bipartidismo a la polarización. La mayoría se decidirá por pocos escaños, y si está en manos del PP, Ciudadanos y Vox el pacto está hecho. Otra cosa es que la izquierda y el independentismo logren esa mayoría. Más difícil será justificar para el PSOE un nuevo pacto de gobierno con quien dijo romper y se ha ido distanciando en estos últimos días, aunque mantenga el discurso del diálogo y la negociación en Cataluña.
La posibilidad de un pacto entre PSOE y Ciudadanos ha sido volada por Rivera. El PSOE huele a debacle. Los patrones de comportamiento son los mismos que en Grecia, Italia y Francia, países en los que el socialismo, de ser fuerzas mayoritaria, pasó a la irrelevancia empujado por los nuevos partidos y el populismo de derechas y de izquierdas. Si los socialistas insisten en el diálogo como vía de solución al tema catalán, si no se enfrentan a los partidos independentistas, si hacen gala de su habitual tibieza y ponen en marcha argucias que huelan a engaño, el castigo electoral puede ser monumental.
La derecha lo tiene más fácil. La guerra está en la supremacía. ¿Quién liderará el bloque y será presidente del Gobierno? Pablo Casado sueña con ese escenario, pero Rivera también aspira al sorpasso. Lleva demasiado tiempo aspirando y cree que ha llegado su hora, tanto que no le importa descabezar su partido en Cataluña para que Inés Arrimadas le secunde en las listas por Barcelona. Arrimadas es la heroína, la representante de lo que muchos españoles piensan sobre Cataluña, un tesoro que Rivera quiere explotar para asegurarse una victoria sobre el PP y liderar la derecha española.
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