Directo Caleb Olson se corona en la prueba reina de la Transgrancanaria

Los datos que nos ofrece el turismo en Canarias son excelentes. Tanto en el número de visitantes como en el gasto que realizan en las ... Islas, nos hallamos ante uno de los mejores momentos turísticos de la historia. El clima del que goza el archipiélago, su rica diversidad paisajística, la calidad de los servicios y la seguridad nos sitúan como uno de los destinos más competitivos del mundo.

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Este buen momento por el que atraviesa el principal motor económico de las islas debería servir de estímulo para seguir buscando la excelencia en el producto ofrecido a quienes nos eligen. Uno de los pasos más firmes que hemos dado en los últimos quince años ha sido el de la apuesta por descubrir nuevos mercados. Es decir, por diversificar la procedencia de nuestros visitantes.

Hasta ahora, Canarias ha tenido una gran dependencia de tres mercados: el británico, el alemán y el español peninsular. Durante la gravísima crisis económica sufrida entre los años 2008 y 2014, se trabajó en otros, para ayudar a compensar la pérdida de visitantes procedentes del Reino Unido, Alemania y España. Para ello, la bonificación de las tasas aeroportuarias resultó un gran instrumento.

Poco a poco, el incremento de la presencia de nórdicos, franceses, polacos y rusos sirvió para ampliar el abanico de mercados de procedencia, haciéndonos menos dependientes de los tres tradicionales. Cualquier problema en alguna de esas plazas de cabecera podía verse compensado por la conquista de nuevos nichos de clientes.

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Por lo tanto, diversificar los mercados turísticos de los que nos nutrimos significa, al mismo tiempo, aminorar los riesgos para nuestra economía y el empleo.

En esa línea, la noticia publicada esta semana en la prensa local acerca del récord de turistas procedentes de los países del antiguo telón de acero responde a la perfección sobre los frutos de la diversificación. En definitiva, sobre la reducción de riesgos para la economía isleña.

La regresión sufrida en cuanto al turismo ruso, como consecuencia de la guerra en Ucrania, está viéndose compensado con el incremento de visitantes llegados de Polonia, Chequia, Hungría y Rumanía. Alrededor de 600.000 personas procedentes de estos países se alojaron el pasado año en hoteles y apartamentos del archipiélago. Nunca antes se había registrado una cifra tan alta de turistas originarios de Europa oriental.

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El incremento en la llegada de polacos, checos, húngaros, rumanos y lituanos compensa la pérdida de daneses, finlandeses, noruegos y suecos, que continúan por debajo de las cifras alcanzadas en 2019, el año previo a la covid.

El turismo es un sector tan dinámico como competitivo. La búsqueda de la innovación y la calidad en el producto ofrecido a quienes nos visitan debe ser diaria y constante.A las imbatibles condiciones que ofrece el clima y el paisaje de las Islas debemos seguir sumando mejoras en conectividad, diversificación de mercados de emisión, servicios, medios tecnológicos y renovación total de lo obsoleto.

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La exploración de nuevos mercados para diversificar riesgos requiere una política de incentivos que despierte el interés de los operadores aéreos. Una vez identificados los potenciales nuevos clientes -mercados-, hay que posibilitar unas comunicaciones aéreas regulares y fluidas. En general, los operadores no suelen jugar a aventuras que comporten incertidumbres. Es aquí donde una buena política de reducción de tasas puede invitar a las compañías aéreas a explorar la rentabilidad de estas nuevas rutas.

Cuanto más amplia sea la base de los mercados turísticos en los que apoyarnos, más sostenible será la economía y la empleabilidad del archipiélago.

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