
Guiniguada, Barranco de
Octavio Utrera,
Licenciado en Geografía e Historia
Sábado, 29 de junio 2024, 21:37
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Octavio Utrera,
Licenciado en Geografía e Historia
Sábado, 29 de junio 2024, 21:37
La celebración estos días del aniversario de la fundación de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria y, sobre todo, la vuelta a la ... actualidad de la cíclica polémica sobre la recuperación de la comunicación «natural», y no traumática, entre los dos barrios históricos de Vegueta y de Triana, han vuelto a poner de manifiesto diversas propuestas para superar ese atentado paisajístico, urbanístico y ambiental, que se resumen, sucintamente, en dos ideas, o la creación de una alameda o el desenterramiento del barranco.
Debemos considerar que durante cuatro siglos la ciudad se ciñó, precisamente en ambas orillas del Guiniguada, a la aristocrática y eclesiástica Vegueta y a la comercial y burguesa Triana, con los añadidos, dos siglos después de la fundación, de los riscos adyacentes de San José, San Juan, San Roque y San Nicolás.
A lo largo de esas cuatro centurias, y aún en el siglo posterior con la expansión de la urbe 'fuera de la portada', este cauce, con frecuencia cubierto de aguas provenientes de cumbre y medianías, representó, en el imaginario colectivo, la esencia del conglomerado urbano, pues, no en vano, el asentamiento de los primeros pobladores urbanos y de cultura europea en sus orillas obedeció a la existencia de esa agua dulce casi permanente.
En el entorno del Guiniguada se instalaron, y siguen vigentes, los edificios sedes de los poderes civil y religioso, y aún militar, de la Ciudad y de la Isla, e, incluso, del Archipiélago.
Si fue la Plaza de San Antonio Abad el primer kilómetro cero, cedió el testigo, pocos años después, a la Plaza de Santa Ana, verdadera plaza mayor, en torno a la cual se erigieron la Catedral, las actuales Casas Consistoriales, el Palacio Episcopal y el Palacio Regental, modelo urbanístico trasplantado, en años posteriores, a las principales ciudades españolas en América.
La concentración de construcciones de interés histórico y artístico en las inmediaciones del desaparecido barranco es muy numerosa, casi por igual en una y otra 'riveras'.
Si remontamos el cauce, en la «orilla» septentrional encontramos, en primer lugar, el edificio más noble y monumental de los que se asoman a la actual autovía, el Teatro Pérez Galdós, con su impronta academicista, producto de la colaboración de dos grandes arquitectos, Fernando Navarro y Miguel Martín-Fernández de la Torre, y del genial pintor y rediseñador del traje típico de la Isla, Néstor. Ascendiendo por la calle de Lentini, tras cruzar el arranque de la calle Mayor, surge la Casa del Marqués del Muni, donde se ubicaba la ermita de los Remedios; justo al lado, aparece el Edificio Monopol, legendario hotel reconvertido en centro comercial, frente a éste la Biblioteca Insular, de estilo ecléctico, salido, también, de las manos de Fernando Navarro, que, con la Casa Quintana, magnífica construcción de acabado ecléctico y con la firma de Manuel Ponce de León, conforman el contorno de la romántica y decimonónica Plaza de Las Ranas, también conocida como Plazuela o de Hurtado de Mendoza, con su bello monumento de mármol y el pintoresco estanque, adornado con ranas de cerámica, completando el espacio los tres quioscos morunos, recientemente restaurados.
Cruzando la calle de Muro, nos adentramos en El Terrero, referente del vernáculo deporte de la lucha canaria, apéndice del barrio de Triana, no carente de edificios, academicistas, de cierta impronta. Como colofón, se sitúa El Pambaso, paraje de reminiscencias agrícolas.
En la 'rivera' meridional, junto al mar, se erige el Mercado de Vegueta, proyectado por Manuel de Oráa. Hacia el interior, remontando la calle de El Porvenir, otrora de Calvo Sotelo, surge la Plazoleta de Mesa de León, que cobija bajo un enorme laurel de Indias, su busto, siendo, no obstante, lo de más interés los singulares edificios que la circundan, la Casa del Deán, de las más antiguas de la Ciudad, siglo XVI, la Casa de las Almenas, con su modernista balconada de hierro forjado y cristal, y el edificio del Teatro Guiniguada.
Cruzando ya la calle de Obispo Codina, superando varias construcciones formalistas, nos adentramos en la calle de Juan de Quesada, conocida hasta hace no mucho como El Toril, por la otrora presencia de corrales de vacunos, conformada por una serie de casonas y palacetes de una variada gama de estilos, del modernista al racionalista, pasando por eclecticismo, academicismo, a los que se podría añadir algunos con aire romántico, con miradores y jardines en fachadas y/o en traseras. Culmina esta 'pasarela arquitectónica' el edificio más imponente de todos ellos, la sede del Rectorado de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, de estilo neoclásico. Y, ya en el límite de la zona a recuperar, se erige, sobre promontorio, la antiquísima ermita de San Roque.
En función de todo este patrimonio arquitectónico, y el restante de barrios -Triana y Vegueta- adentro, así como los inmateriales -Semana Santa, Corpus Christi y sus alfombras, Fiestas Fundacionales-, deben las instituciones públicas, con el Ayuntamiento a la cabeza, Cabildo y Gobierno de Canarias, las entidades culturales radicadas o no en los dos barrios, y la ciudadanía, implicarse a fondo en solucionar la traumática conexión/desconexión entre las dos mitades de nuestro centro histórico.
Al respecto, quien suscribe defiende, concretamente desde el Rectorado de la Universidad hasta la desembocadura en el Atlántico, la recuperación del Barranco, al que volverían a asomarse la vieja Vegueta y su apéndice de El Toril, y la vieja Triana y su apéndice de El Terrero. Considerando que el cauce, por previsión, no fue colmatado, el desmontaje de las cuatro bóvedas no sería excesivamente laborioso, pudiéndose ejecutar, por tramos, en sucesivas etapas.
Como colofón, la recuperación de los dos puentes históricos, el sobrio y señorial Puente de Verdugo, o de Piedra, que volvería a ser custodiado por las esculturas de las cuatro estaciones, y el bohemio y pintoresco Puente de Palo, con su legendario y tertuliano 'Bar Polo' y sus quioscos de pájaros y flores, significaría un aldabonazo a la reafirmación del sentimiento de pertenencia, hoy extraviado, de la ciudadanía. A éstos se deberían añadir varias pasarelas a lo largo del tramo recuperado.
Considero que debe primar la recuperación del elemento esencial que llevó a decidir fundar el Real de Las Palmas en este lugar y no en otro, la existencia de suministro de agua casi permanente y en el altozano que se levanta junto a su cauce y cerca del mar. Vegueta, deriva de 'vega', floreciente de huertas por su buen abastecimiento del cercano Guiniguada; la inmediata posterior Triana, deviene de la imagen de 'orilla de enfrente' que traían los fundadores de su Triana enfrente de Sevilla.
Deben primar la geografía y la ecología, la historia, la identidad urbana y la memoria colectiva, antes que pretensiones de protagonismo personal, sean de índole técnica o política, de hacer mella, de dejar huella para pasar a la posteridad.
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