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Desde la primera línea, estimado lector, le planteo un acertijo lingüístico: ¿cuál de estas dos construcciones ('en base a' y 'con base en') es la ... normativamente acertada? La otra, creación popular muy extendida, debe evitarse según el Diccionario panhispánico de dudas. La Academia Mexicana de la Lengua va más allá: afirma que «es incorrecta». Lo mismo sucede con «venía detrás mío» y «venía detrás de mí». (No obstante, planteo: ¿de verdad una de cada bloque es incorrecta?)
Por cuestiones ortográficas, sintácticas, léxicas, combinación adverbio – posesivo... he seleccionado las dos viñetas fotográficas. Corresponden a historietas de Makinavaja, el último choriso, recopilación publicada por Ediciones EL JUEVES, S.A. Y aunque figura 2007 como fecha de edición, debemos retroceder quince años pues los cómics, cuentos o tiras (monitos en México) de donde proceden los recuadros coinciden con las olimpiadas (Barcelona, 1992).
En torno a los personajes incluidos en la antología hay también particularidades y peculiaridades que trascienden lo estrictamente humorístico o la mordaz ironía. Así, son el crudo reflejo de un sector social presente en la España del siglo anterior, especialmente la vivida por su autor en un barrio marginal de Barcelona (años 70-80). Maki es el protagonista: delincuente confeso, atracador de bancos, de gatillo muy ligero; filósofo con su venilla de compromiso social... (No obstante, algunas actuaciones y comentarios suyos escuecen sensibilidades, parecen gotas de plomo ardiente sobre una herida sangrante.) Popeye es el amigo fiel; Mohamed (sin permiso de residencia) es más conocido como 'Moromierda' o 'Moromielda'; Pirata regenta el bar (puede servir cubatas o «una escopeta recortada para una urgencia»). Intervienen, con cierta regularidad, 'La Maru' («se pasó por la piedra a dos banderas completas de la Legión»); Matías es el abuelo, 'rey del butrón'; Pitufo, a pesar de su temprana edad, aprende la carrera de choriso; y Manoli (antes, don Manuel), «su padre, madre o lo que sea».
Tal como podemos concluir, todos los personajes pertenecen al sector social arriba apuntado. Por tanto, el lenguaje callejero está presente como algo natural. Incluso el carcelario, el de tugurios, matones, rateros, carteristas, asesinos, travestidos, chulos… Y todo viene dado sin exageraciones por el creador, fotógrafo a la manera galdosiana de la realidad circundante.
Y si los retratos que hace el novelista canario se justifican por su pertenencia al Realismo, la explicación sobre intervinientes y escenarios de Ivá puede leerse en la contraportada: el autor vivió de joven en pensiones de las ramblas barcelonesas, «Allí respiró, rodeado de putas, chorizos y policías, el ambiente que más tarde recreó en sus historietas». Pero -sospecho- nunca llegó a imaginar que algunas de las expresiones recogidas saltarían las fronteras del gueto para trascender y sobrepasar tal mundo de periferias y delincuencias.
«¿Dondestal Moromierda?», plantea Maki en la primera viñeta. Así, conviene recordar la historia de la voz 'moro' para las observaciones lingüísticas. Veamos. La tradición española la usa desde la Edad Media para referirse a los habitantes de un amplísimo sector geográfico (norte y noroeste africanos); en la escuela pública (Graduada de Gáldar) me enseñaron que la Reconquista en Hispania contra los moros se inició tras la batalla de Covadonga; hasta los años cincuenta, al dictador Franco lo escoltaba la guardia mora; Menéndez Pidal incluye en 'Flor nueva de romances viejos' una composición medieval: «Abenámar, Abenámar / moro de la morería / […] moro que en tal signo nace / no debe decir mentira». (No obstante su imposición, para no herir susceptibilidades -dado que el término traduce a veces intención despreciativa, infravalorativa- sugiero 'magrebí', a fin de cuentas viene a significar lo mismo.)
Y qué sorpresa la mía, estimado lector, cuando repaso en el Diccionario el listado de acepciones (creadas por los hablantes) de la palabra (proviene del latín maurus, 'mauritano'; y esta del griego con significado de 'oscuro', alusión al color de la piel). Añado expresiones coloquiales, locuciones o frases en las cuales aparece: Haber moros en la costa, es decir, 'espías, oyentes'; Moros y cristianos, 'fiesta popular' y 'comida'; El oro y el moro, 'promesa o condición imposible de cumplir'; Cangrejo moro»...
Los significados son muy variados. Unos se refieren a personas (pueden ser el hombre celoso, posesivo y que pretende tener siempre dominada a su pareja; el musulmán de algunas islas filipinas, antigua colonia española; los musulmanes asentados en España desde el siglo VIII al XV; los mulatos en Cuba…) Alguna definición se relaciona con animales (tipo de caballo o yegua de pelo negro) e, incluso, otra se refiere al vino no aguado…
Sin embargo, obvia la RAE cierto significado de tipo social bastante extendido en esta España nuestra: se trata del valor discriminatorio, excluyente. Tal segregación -por mí vivida (1975)- la conocí en Smara (Sájara): algunos militares y comerciantes españoles la usaban como adjetivo despectivo, despreciativo e, incluso, ofensivo. (Consideración, por cierto, aún presente en determinadas personas ajenas a sensibilidades y derechos humanos o, simplemente, desconocedoras del término 'magrebí': este engloba a marroquíes, tunecinos, argelinos, mauritanos, libios y egipcios.) Maki y los suyos también la utilizan, claro, pero con su 'Moromierda-Moromielda' no abominan o menosprecian, en absoluto: es el trato familiar. Incluso Mohamed se presenta alguna vez a sí mismo como tal.
De la primera viñeta solo apunto otras observaciones. Así, Popeye dice que «Hase […] venía detrás mío amarrao de mi samarreta» (el catalanismo samarreta corresponde en español a la camiseta); ausencia de tildes ('mio'…); la terminación -ao; la sustitución de la -c- de 'hace' por -s-. Y en la segunda, la construcción a lo cubano («que tu ve»). Me detengo en «detrás mío», hoy bastante frecuente en hablantes de distintos estratos sociales a pesar de la norma académica apuntada por la RAE: «Es impropio del habla culta combinar adverbios como detrás, encima, delante, etc., con posesivos (mío/a, tuyo/a, etc.)».
Obviamente no es una norma caprichosa o arbitraria pues, en rigor, obedece a razones lingüísticas (categorías gramaticales, por ejemplo). No obstante, hablantes medios -e incluso cultos- no se plantean tal rigidez académica, compleja o complicada para tenerla en cuenta. Buscan la comunicación y, a pesar de tal aparente 'incorrección', logran establecerla sin problema alguno, pues ambas partes manejan el mismo código. Y digo 'incorrección' y no exagero: a fin de cuentas 'mío' no indica espacio físico, ubicación o emplazamiento de alguien, pues se trata de un posesivo. (Sin embargo, se considera acertada la construcción 'al lado mío', 'a mi lado' por otras razones.)
En conclusión: ¿debe un profesor de Lengua Española corregir a sus alumnos cuando utilizan tal estructura o parecida («Estaba delante tuyo»)? Estimo que lo prudente es explicarlas, pero no condenarlas, pues los usuarios del idioma las han impuesto en poco tiempo e, insisto, la comprensión del mensaje es clara.
Ante parecidas situaciones, ¿cuál sería la forma 'correcta' entre las palabras nóbel / nobel relacionada con el premio de la Academia sueca? ¿Geranio o geráneo, referidos a la planta? ¿Decimoprimero o undécimo? ¿En Canarias hay tarahales o tarajales? ¿'El periodismo juega un papel fundamental en la información' o 'desempeña'?
Así, ¿surgieron a la vez las parejas? ¿O quizás a partir de una, la oficial, aparecen las segundas en la lengua hablada, primera etapa, en feliz convivencia?
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