Ni a unos ni a otros

No me gustaron en su día los escraches y no me gusta que alguien que no ha delinquido tenga que salir de donde se encuentra porque es víctima de una persecución. No digo esto último por Juan Carlos y sí digo lo primero por lo que en su día tuvieron que sufrir destacados dirigentes orgánicos y públicos del Partido Popular, como Cristina Cifuentes, Alberto Ruiz Gallardón o Soraya Sáenz de Santamaría. Y como acaba de pasarle a Pablo Iglesias e Irene Montero, que eligieron un lugar recóndito de Asturias para disfrutar de unos días de vacaciones y tuvieron que regresar a Madrid ante las pintadas, la concentración de personas a las puertas de donde se alojaban y los ataques en redes sociales a los lugares a los que iban a los que se decía que iban a ir, como sucedió con un restaurante del pueblo. Y, por si fuera poco, al regresar a Galapagar, en ese chalet que evidentemente no encaja con lo que dijeron y prometieron en su día en cuanto al estilo de vida de quien está en Podemos, también se encuentra con una presión que no es aceptable. Ni disculpable. Como supongo que también es difícilmente soportable.

Iglesias y Montero están recibiendo la misma medicina que aplicaron a otros pero eso no es justificación. El ojo por ojo y diente por diente en democracia tiene difícil encaje. Para que no haya dudas: no se lo merece nadie, empezando por Abascal y terminando por Arnaldo Otegi -ya puesto a cubrir todo el arco ideológico-.

Lo ocurrido es otra prueba de que de la pandemia y del confinamiento no hemos salido convertidos en mejores personas. Quieran era buena gente antes, lo sigue siendo; quien era malo, probablemente sea algo peor, seguramente por aquello de que el encierro, en lugar de atenuar el gen de la maldad, lo ha potenciado.

Y lo que le ha pasado a la pareja que lidera Podemos es también una traslación a la realidad de eso que circula a mansalva en el mundo virtual de las redes sociales. Es más, en este caso concreto son vasos comunicantes: se empieza por comunicar en ese soporte de comunicación dónde están, se sigue por verter todo tipo de descalificaciones hacia ellos y quienes les dan cobijo, y finalmente llega alguien que da un paso al frente, sale del mundo digital y aterriza en el real haciendo en este lo que había dicho en el otro. Así de crudo.

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A este paso, acabaremos volviendo a un confinamiento pero no por la pandemia sino porque la convivencia será imposible. Tanto tiempo pensando que avanzábamos hacia el futuro y resulta que igual estamos regresando a las cavernas...