
Morir con estilo. La fiesta de despedida
Miguel Ángel Rodríguez Sosa
Las Palmas de Gran Canaria
Domingo, 30 de marzo 2025, 23:17
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Miguel Ángel Rodríguez Sosa
Las Palmas de Gran Canaria
Domingo, 30 de marzo 2025, 23:17
Muchas veces nos guardamos lo que sentimos, esperando el momento perfecto para decirlo... y ese momento casi siempre llega tarde. Los homenajes llegan cuando la ... persona ya no puede escucharlos. Las palabras más bellas se pronuncian cuando el destinatario ya no puede responder. Los abrazos más sinceros se dan frente a un ataúd.
¿Por qué esperar? ¿Por qué no decir 'te quiero' hoy, mientras la otra persona nos mira a los ojos?
¿Y por qué nos cuesta tanto aceptar lo irremediable? Nos aferramos a la idea de la eternidad, al espejismo de que siempre habrá tiempo. Huimos de la muerte como si ignorarla pudiera hacerla desaparecer. La evitamos en las conversaciones, la disfrazamos de eufemismos, la convertimos en tabú.
Sin embargo, la muerte es la única certeza que tenemos desde el momento en que nacemos. Entonces, ¿por qué no hablar de ella? ¿Por qué no prepararnos para recibirla con la misma dignidad con la que abrazamos la vida?
Si supieras que te quedan solo unos meses, ¿qué harías diferente? ¿Seguirías postergando abrazos, llamadas o encuentros? ¿Dejarías para después los 'te quiero' que tanto sientes y que aún no has dicho?
La vida no espera. No hay ensayos generales. Cada día es una oportunidad de vivir con mayúsculas, de decir lo que sentimos, de amar con intensidad y sin miedo. Y es que existen despedidas que son luto y sombras, y otras que son luz y gratitud. Fernando 'Estrella' eligió la segunda opción. Sabía que su camino en la tierra tenía fecha de caducidad, pero en lugar de esperar con tristeza, decidió que su adiós sería un canto a la vida. Su última fiesta no fue un velatorio anticipado, sino un homenaje en presente, un brindis con el amor de quienes lo rodeaban.
Fernando 'Estrella' entendió esta verdad con la claridad de quien ha mirado a la muerte a los ojos y ha decidido sonreírle. Para él, su fiesta de despedida no fue solo un evento; fue un acto de reconciliación con la existencia. Miró a cada persona a los ojos y les agradeció por lo compartido, sin esperar a que el silencio se hiciera eterno. Sus amigos, al principio temerosos de la idea, terminaron comprendiendo la belleza de esa despedida: no se trataba de tristeza, sino de plenitud.
Para sus seres queridos, aquella noche significó la oportunidad de decirle lo que tal vez habrían guardado en sus corazones para después. No hubo discursos fúnebres, solo palabras vivas. No hubo lágrimas amargas, sino sonrisas sinceras. Fernando les dejó a sus amigos y familiares un regalo que pocos pueden ofrecer, la confesión de que se sintió amado plenamente y de que él les amó sin reservas.
Fernando nos dejó también una enseñanza maravillosa: la vida se honra viviéndola hasta el último suspiro, y los afectos no deben esperar a los funerales. Hay que aprovechar que hoy todavía tenemos la posibilidad de decir, abrazar y agradecer. No pospongamos lo importante, porque el mañana no está garantizado.
Que la fiesta de Fernando sea un faro para todos.Celebremos a quienes amamos mientras aún podemos mirarlos a los ojos y compartir con ellos la maravilla de estar vivos.
Por eso te animo a que vayas a las fiestas de tus amigos, abraces y beses sin esperar el momento perfecto, llama a tus padres, a tus hermanos, a esa persona con la que hace tanto que no hablas. Di lo que sientes hoy. No dejes pendientes las palabras que pueden dar paz. No te guardes el amor.
¿Cómo te gustaría despedirte? ¿Cómo quisieras que te recordaran? ¿Dónde sería tu última fiesta? ¿A quién invitarías? ¿Qué canción te gustaría que sonara? ¿Estaría llena de risas o de llantos? ¿De anécdotas o de lamentos?
'Algún día en cualquier parte, en cualquier lugar indefectiblemente te encontrarás a ti mismo, y ésa, sólo ésa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas'. Pablo Neruda
Reflexionar sobre la muerte no es morboso ni pesimista; es, de hecho, la forma más honesta de valorar la vida.
La muerte no tiene por qué ser sinónimo de tristeza, ni un final oscuro y temido. Como dijo alguien sabiamente, «para allá vamos todos». En lugar de verla como una despedida dolorosa, podemos considerarla como parte del viaje que todos compartimos. En lugar de temor, podemos sentir gratitud por lo vivido, por lo amado, por lo que aprendimos.
Y en ese agradecimiento profundo a la vida, encontramos la mayor de las bendiciones: haber existido. Haber sentido el sol en la piel, el abrazo sincero, la música que nos erizó la piel. Haber amado y sido amados, aunque fuera por un instante. Porque la vida no se mide en dinero acumulado, tampoco en la fama ni en los éxitos, sino en los momentos en que realmente estuvimos presentes, con el alma abierta y el corazón latiendo fuerte.
Y cuando llegue el momento de partir, que la muerte se encuentre con una vida tan bien vivida que no tenga más remedio que inclinarse en señal de respeto.
Se trata de despedirse sin deudas emocionales, sin «te quiero» guardados. Habiendo amado con tanta intensidad, con tanta verdad, que ni el tiempo ni la distancia puedan borrarte. Es seguir vivo en cada historia contada, en cada canción que un día tarareaste, en cada rincón donde quedó impregnada tu esencia. Porque el amor verdadero no se desvanece con la ausencia ni se borra con el tiempo; se queda vibrando en los recuerdos y susurrando en los momentos de calma.
Y si al final resulta que hay otra vida después de esta, que nos encuentre con una sonrisa en la mirada y una buena historia en los labios, listos para seguir la fiesta en la eternidad.
Porque esto, amigos y amigas, esto es morir con estilo.
ojalatesirva.com
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