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Por acción o por omisión, todo tiene repercusión
Miguel Ángel Rodríguez Sosa
Las Palmas de Gran Canaria
Viernes, 24 de enero 2025, 22:51
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Miguel Ángel Rodríguez Sosa
Las Palmas de Gran Canaria
Viernes, 24 de enero 2025, 22:51
Cada decisión que tomamos, incluso la de no hacer nada, deja una huella. Todo lo que hacemos, incluso lo más pequeño, tiene consecuencias. Cada pensamiento, ... palabra o acción emite una energía que, como un boomerang, siempre regresa.
La idea de que nuestras acciones tienen efectos no es nueva. Tradiciones espirituales como el karma, y la psicología moderna, coinciden en este principio: cada comportamiento tiene una reacción.
Por ejemplo, cuando eliges agradecer un gesto amable, refuerzas la conexión con la otra persona y fomentas un ambiente positivo. Pero si reaccionas con crítica o indiferencia, generarás rechazo o desconexión.
Habrás comprobado que las relaciones personales no se cuidan solas y dependiendo de lo que hagas pasará una u otra cosa: Si quieres una bonita y sana, tienes que construirla, y eso requiere tiempo, dedicación y presencia. Si la descuidas, si dejas de invertir en ella, la distancia se hará inevitable.
Si mantienes conversaciones difíciles, aunque sean incómodas, construirás confianza y fortalecerás los lazos. Por el contrario, si evitas hablar de lo que les importa crearás malentendidos y resentimientos que terminarán por romper la conexión.
Nuestras acciones, o la falta de ellas, siempre resuenan en el otro, son como ecos: lo que damos, lo que decimos, lo que hacemos, regresa a nosotros de alguna manera.
Esto no solo afecta a quienes nos rodean, sino también a nosotros mismos. Actuar con amor, compasión y empatía también enriquece nuestra alma. Y cuando actuamos en contra de nuestros valores, sentimos una incomodidad que se traduce en culpa o ansiedad. Piensa en esas veces que has herido a alguien con palabras fuera de lugar: ¿acaso no has sentido luego ese nudo en el estómago, esa necesidad de reparar el daño?
En el ámbito familiar, un padre que elige reforzar y felicitar a su hijo en lugar de criticarlo constantemente siembra confianza y amor. Ese niño crecerá con una buena autoestima. Por el contrario, un entorno lleno de reproches puede dejar heridas emocionales que duren toda una vida.
Incluso los pequeños gestos tienen un impacto profundo. Ayudar a un desconocido, sonreír a alguien en la calle o agradecer con sinceridad pueden desencadenar una reacción en cadena. Este 'efecto dominó de la amabilidad' ha sido estudiado en psicología social: una buena acción no solo mejora el día de una persona, sino que inspira a que otros actúen con bondad.
Sin embargo, lo contrario también es cierto. En redes sociales, un comentario negativo puede transformar una conversación en un espacio tóxico. En el trabajo, una actitud egoísta o competitiva genera desconfianza y tensiones, mientras que la colaboración y el apoyo fomentan un ambiente saludable.
Actuar según nuestros valores tiene un efecto doble: beneficia a los demás y refuerza nuestra autoestima. Cuando eliges defender a alguien tratado injustamente o perdonar a quien te ha lastimado, te conviertes en un ejemplo de coraje y compasión. Y ese acto no solo mejora la vida de otros, sino también la percepción que tienes de ti mismo.
La ciencia también explica esta conexión. Las neuronas espejo, responsables de nuestra empatía, nos permiten sentir las emociones de los demás. Si actúas con amabilidad, generas bienestar en otros, y ellos, a su vez, pueden devolver esa energía. Pero si siembras hostilidad, es probable que coseches lo mismo.
En esencia, cada decisión que tomamos crea ciclos. Algunos están llenos de amor, gratitud y crecimiento, mientras que otros perpetúan dolor o indiferencia. Aquí radica nuestra responsabilidad: tenemos el poder de elegir qué queremos sembrar.
Si decides hablar con ternura en lugar de críticas, construyes confianza. Si eliges perdonar, rompes el ciclo del resentimiento y abres espacio para la reconciliación.
La vida no devuelve nuestras acciones para castigarnos, sino para mostrarnos cómo impactamos al mundo. Cada día, cada interacción, es una lección que podemos aprovechar para aprender y crear un futuro mejor, tanto para nosotros como para las personas con las que nos relacionamos.
Así que, te invito a reflexionar: ¿Soy consciente de las consecuencias de mis acciones? ¿Y de las consecuencias de lo que no hago o no digo? ¿Qué tipo de energía estoy compartiendo? ¿Estoy construyendo un ciclo positivo o negativo?
Recuerda, la vida no te devuelve lo que pides, sino lo que das. Da amor, comprensión y justicia, y esas virtudes regresarán a ti, a veces en formas inesperadas. Confía, la vida siempre encontrará maneras mágicas de devolvértelo.
Hoy es el día perfecto para sembrar algo hermoso. Una llamada a esa persona a la que quieres, una sonrisa y una palabra amable mientras paseamos por la calle o simplemente estar presente, pueden marcar la diferencia en la vida de alguien, incluso en la tuya.
Y es que somos como las piedras que lanzamos al mar cuando está en calma, creando ondas que se extienden más allá de lo que podemos ver. Algunas ondas se desvanecen rápidamente, pero otras llegan lejos, tocando orillas desconocidas.
En la vida pasa igual, no siempre vemos el impacto inmediato de nuestras acciones, pero al actuar con bondad, dejamos un legado invisible que inspirará a otros, incluso mucho después de que nos hayamos ido.
Haz que tus ondas cuenten.
Ojalá te sirva.
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