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Esta semana asistimos al primer debate televisado entre cuatro candidatos y una candidata a la Presidencia del Gobierno canario. Un debate en el que el presidente canario en funciones, Fernando Clavijo, de Coalición Canaria (CC), jugó en casa, como se diría en el fútbol, porque así es como utiliza el poder los medios públicos, que son de todos y todas porque se financian con nuestros impuestos.
La Televisión Canaria no siguió criterios periodísticos porque pudiendo, como dijo la Junta Electoral de Canarias, no invitó a participar a Vidina Espino, la candidata a la Presidencia por Ciudadanos (Cs), pese a la importancia de este partido. Una rival menos a la que tuvo que enfrentarse Clavijo.
Antes, esta televisión pública había apostado por el disparate de organizar dos debates, uno por la lista regional y otro con quienes encabezan las listas insulares, en un nuevo intento, como ya hizo el propio Gobierno de Canarias con un anuncio pagado por el erario, de confundir a la ciudadanía, ya que se daba a entender la falsedad de que en la lista regional se elige al presidente y en las insulares a los diputados y diputadas.
Pero este debate a gusto de Clavijo no fue ni de lejos lo más sonrojante de la noche. Fue en el posdebate, ese espacio en el que la ciudadanía acostumbra a presenciar cómo la clase tertuliana defiende al político de turno (raramente a las mujeres políticas) a costa de su propia dignidad profesional. En ese tramo del programa, un periodista y tertuliano habitual, Francisco Pomares, señaló en tono jocoso que en los enfrentamientos dialécticos entre Clavijo y Noemí Santana, la candidata de Podemos a la Presidencia, había «una tensión sexual no resuelta».
Me consta que Pomares es una de esas personas a las que les gusta estar al día de todo. Pero también me da la impresión, por este comentario tan profundamente machista, de que ha olvidado actualizar sus ideas sobre igualdad.
Lo doloroso no es que Pomares cometiera esta tremenda falta de respeto al sugerir que si el debate era tenso no era por causas ideológicas sino genitales. Lo terrible es que la televisión pública no se disculpe ante Noemí Santana por la grosería y también ante la audiencia, que es quien la sostiene económicamente con sus impuestos, por la chabacanería. Máxime, como ya recordó la exconsejera del ente María Lorenzo, cuando la televisión pública canaria firmó hace un mes un compromiso para mejorar el tratamiento de la información sobre igualdad y violencias machistas.
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