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Quienes tienen la responsabilidad política en esta comunidad están tan preocupados por la baja productividad en el archipiélago, la peor del país, que quieren crear ... un Consejo Canario de la Productividad para que alumbre el camino. Efectivamente, es un problema mayúsculo porque lastra la mejora económica de la ciudadanía. Pero quién o qué tiene la culpa.
Para las personas expertas hay que analizar varios factores, entre ellos la baja inversión en tecnología e innovación o la mala gestión empresarial.
Pero suele pasar desapercibido el uso intencionado de algunas palabras, una práctica que desvía la atención. Por ejemplo el término industria. El turismo, que es «de lo que vivimos» en Canarias, no es una industria aunque lo llamemos así por el qué dirán.
Si es verdad que se trata a quien viaja como si entrara en una cadena de producción: se sube a una cinta transportadora que lo pasea del avión al hotel o la vivienda vacacional y de vuelta a casa. Pero quien limpia las habitaciones o quienes trabajan en las cocinas de los hoteles no van en la misma cinta. De momento, no existe una inteligencia artificial que te haga una cama, barra el suelo y limpie el baño.
A la «industria cultural» le pasa lo mismo, aunque en este caso sí se saca más rédito, porque un cantante, pongamos de ejemplo el tal Maluma, se queda en un lugar y es el resto, el público, el que se monta en la cinta transportadora que se mueve gracias a las monedas que va metiendo la administración pública.
Y a todo esto, el empresariado de las islas cree que la productividad es lograr que una persona trabajadora haga el trabajo de dos y cobre como si hiciera media jornada. Pero eso es explotación laboral, cuya tasa en las islas también es una de las mayores de España.
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