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La manifestación feminista de este sábado en Las Palmas de Gran Canaria fue mucho más nutrida de lo que cabría esperar. El tiempo no acompañaba, ... aunque el aviso de lluvia, felizmente, no se cumplió. Tampoco acompañaba el contexto del carnaval, con actividades a la misma hora y con mucha gente durmiendo la resaca de la Gala Drag. Pero, lo más relevante es que tampoco acompañaba la apatía reivindicativa que estamos viviendo.
Venimos observando en los últimos tiempos que, en una época en que los salarios se siguen deprimiendo, en la que el territorio sigue a merced de la especulación y las desigualdades crecen como setas, los movimientos políticos y sociales, lejos de crecer, menguan. Quizás el caso paradigmático sea la gran movilización del 20 de abril, hoy prácticamente diluida mientras la depredación turística está más eufórica que nunca.
No sirve de excusa el desacuerdo con tal argumento de las feministas, con alguna actitud de los sindicatos o con cualquier salida de tiesto del ecologismo. Son malas excusas cuando solo se aspira a no mover el culo y esperar que otras te lo salven. Solo falta culpar a quien convoca de tu falta de asistencia.
Las organizaciones reivindicativas no solo tienen que luchar hoy contra quienes conculcan los derechos de la ciudadanía, contra una política que se dedica a externalizar servicios públicos como si no hubiera un mañana o contra los que, desde partidos de extrema derecha, pretenden devolvernos a las cavernas. A esto tienen que sumar la lucha para movilizar a una parte de la sociedad, entre ellas muchas mujeres, que solo se levantan de la cama para ir a ver a Maluma.
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