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Tiene razón el Partido Popular (PP) cuando afirma que España es una dictadura corrupta, dictatorial y opresiva de la «libertad» de la ciudadanía, ... idea que han tratado de instalar en el imaginario colectivo materializándola unas veces en Cuba y otras en Venezuela. Pero España resulta asemejarse más a esa caricatura cuando, precisamente, gobierna el PP. No es solo su largo historial de dirigentes condenados por saquear las arcas públicas, sino que ahora también la Audiencia Nacional tiene pruebas de que durante el mandato de M. Rajoy, en concreto entre 2015 y 2016, rastrearon en las bases de datos de Interior los movimientos de los representantes de Podemos en el Parlamento, entre ellos Pablo Iglesias, Yolanda Díaz, Irene Montero, Ione Belarra o Victoria Rosell. Es la llamada «policía patriótica» que creó el PP para, supuestamente, con este espionaje masivo a los 65 diputados y diputadas «antisistema», salvar la «democracia».
El PP parece haberse instalado en la idea de que el país va mal si no gobiernan ellos o algunas de sus sucursales. Incluso, ni siquiera les molesta demasiado que gobierne el PSOE, porque a sus dirigentes ni se molestan en espiarlos. Saben perfectamente de qué partido pueden salir medidas como el incremento del salario mínimo, el control de los precios de la vivienda o las limitaciones al enriquecimiento. Y a esos sí hay que sacarles los trapos sucios.
Esto es lo que entiende el partido conservador por el respeto a la voluntad popular, la soberanía del pueblo o la fiesta de la democracia: si no les gusta el resultado de las urnas moverán todos los resortes para evitar que se materialice en cambios legislativos que puedan afectar a sus intereses privados.
Cabría esperar que fuera al propio PP el que más interés tuviera en que este caso se investigue hasta las últimas consecuencias con la asunción de responsabilidades a que haya lugar, pero esa breva no nos va a caer, pues el partido parece haber renunciado hace ya años a lavar su nombre y se conforma con ser una caricatura, siempre que eso no les afecte a la hora de conseguir votos. Saben perfectamente que calculadas dosis de racismo y anticatalanismo ofrecen buenos dividendos en la campaña electoral.
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