![Lamentos por la cancelación](https://s2.ppllstatics.com/canarias7/www/multimedia/2025/02/06/fotox-web-k2VF-U230778090686s0G-1200x840@Canarias7.jpg)
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La progresía lleva semanas de aquelarre cancelador en las redes sociales. Como ahora se les acaba el chollo de 'las agencias de verificación', las élites bien pensantes no resisten el mínimo debate, la menor crítica, la más pequeña oposición a su pensamiento único. Y eso ... no lo soportan, no están acostumbrados a la libertad, a la libertad que aporta el debate y el contraste.
Es esperpéntico que quienes hoy se van de X, no albergaban preocupaciones cuando Twitter unilateralmente defendía sus posturas. Los pijo progres estaban cómodos con la censura que ejercía Twitter y no les importunaban las cuentas de las peores dictaduras, o aquellas a favor de las peores perversiones, pero sí las que tenían posiciones contrarias a su hegemónico relato. Ahora nos sueltan el rollo de que las ideas que atentan contra los derechos humanos se encuentran cada vez más entre los contenidos virales de X. Se ve que las cuentas amigas de los regímenes de China, Cuba o Venezuela les parecían respetuosas de los derechos humanos. Paradojas del pensamiento único.
Hasta el tonto ha volcado comunicados para anunciar a bombo y platillo que abandonan X, como si eso fuera noticia o algo destacable. Imagino que lo visualizan como un gesto revolucionario, cuando solo es la perreta de un niño mal educado, al que ya no se le permite molestar más con su juguete. Un juguete que han dominado durante años, no por su supuesta superioridad moral, sino por un aborrecible pacto con el poder, que les permitía, y todavía permite, cancelar cualquier corriente divergente. Les apasionan los ministerios de la verdad, de su verdad…
Lo cierto es que a los usuarios les resulta difícil abandonar X, la enorme conectividad, la cantidad de información y opiniones que circulan y lo sencillo y fácil que es opinar, generar contenidos y relacionarse la convirtieron en un plaza pública de decisiva influencia. Por eso resulta más cómica la histeria colectiva desatada alrededor de X, desvelando las carencias de los demagogos profesionales sobre la privilegiada, intolerante, infantilizada y perversa élite de los medios de comunicación.
Todo este pensamiento único, que nos impide expresarnos con libertad, ha sido impuesto a golpe de decreto, y de generadores de opinión, por una élite económica que tiene en nómina salarial y doctrinal, a la mayor parte de la dócil clase política. Es fácil constatar que a lo largo de los últimos veinte años se ha ido consolidando en Europa una estructura de poder financiero que, a su vez, ha orientado la evolución política de nuestras naciones. Así, los políticos conservadores se han ido haciendo cada vez menos nacionales mientras los de izquierda se hacían menos de clase, abrazando unos y otros discursos aparentemente contradictorios, pero convergentes en las cadenas del globalismo y de la Agenda 2030.
Por eso nos insisten desaforadamente en la transformación energética, con el dogma del catecismo climático, la modificación del mapa social y cultural vía inmigración, la desnacionalización de los sectores productivos y una deuda pública sideral que ya es sencillamente impagable. Además, así le allanamos el sendero a los grandes fondos transnacionales de inversión para que no falte el combustible financiero al Banco Central Europeo. No paro de insistir, utilizar las desfasadas etiquetas de izquierda y derecha como semántica, porque en lo que están de acuerdo todos, desde el PP hasta Sumar pasando por el PSOE y las sectas independentistas, es en defender todo ese engaño colosal y totalitario de la Agenda 2030. Todos menos… los soberanistas y eso está alterando los mapas de poder.
Los soberanistas, los patriotas… llámelo Usted como quiera, a mí me agrada pensar que simplemente es la irrupción del sentido común. Y buena falta que hace. Desde el momento en que uno prioriza el interés nacional como vector de la acción política, las imposiciones de la 'dictadura verde' empiezan a percibirse como un obstáculo insoportable para la actividad productiva, la eliminación del sector primario equivale a un suicidio, la alocada apertura de fronteras a la inmigración se revela como una amenaza, la desnacionalización de la economía se asemeja a un latrocinio y el exceso de deuda pública se percibe nítidamente como una ejecución sumarísima de nuestro futuro.
Ese sentido común que poco a poco está oxigenando la política internacional plantea una impugnación global del paradigma social europeo. Por eso los partidos de siempre, y quienes los dominan, harán lo imposible para que estas opciones políticas no prosperen. Lo están haciendo ya, apartándolas en lo posible de las responsabilidades institucionales y obligándolas a competir con una mano atada a la espalda. Pese a que multiplican sus condenas, presiones y arbitrariedades, es un movimiento de imparable crecimiento. Imparable porque, por muy insistente que sean las argucias del poder y sus fariseas maniobras, la realidad se impone: toda esa política europea de los últimos años ha conducido a sociedades empobrecidas, sin expectativas de futuro, y sin ilusión. Con este panorama, sin riqueza, sin seguridad, sin identidad, cada vez más europeos experimentan una insoportable sensación de haber sido engañados. Es lo que tiene el sentido común.
Por eso hay que intentar mantener la calma, pero no estar en silencio. No normalicemos con nuestra pasividad y hastío todos los escándalos que diariamente aparecen de la banda de salteadores que nos gobierna. No hay nada permanente, pero es importante demostrar el rechazo. Para estos solo somos un voto, el voto de un consumidor. Y nuestro voto es el mismo que el voto del vecino tolete, el cuñado despistado o el que se contenta con las migajas que le arroja un sistema cada día más injusto. Es bastante difícil no normalizar el desastre transformado en edulcorado relato, cuando estamos anestesiados a base de Netflix y TikTok. Pensar puede resultar incómodo, pero pensemos en los que vienen detrás nuestro y no tiremos la toalla.
Estos lamentos que nos arrojan estos sicarios de la cancelación son una muestra de que el relato se desvanece. Escuchar sus hipócritas quejas por perder el control de las redes, es una buena muestra de que el sentido común está ventilando algunas alcantarillas. Se vislumbra la esperanza, en naciones bastante significativas se están produciendo cambios de orientación del electorado. Y en España esto ocurrirá también: nuestro país pendula en las modas, y éstas, aunque lo hagan con demora, soplan hoy en dirección opuesta a los mitos del falso progresismo y sus relatos.
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