
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Pese a los insistentes relatos, pese a los poco democráticos 'cordones sanitarios', el hastío del personal se eleva, las locuras ideológicas se evidencian y la ... ciudadanía apuesta por el sentido común. Si no te crees las mentiras del sistema, si los edulcorados relatos no se concilian con la realidad, y te das cuenta … ten cuidado: eres de extrema derecha, eres un radical.
En los últimos comicios celebrados en occidente, millones de electores le están dando la espalda a los partidos de siempre, a sus mentiras y su probada incompetencia. Nos venden que dichos electores son fascistas, que son peligrosos, y lo único que ocurre es que ya no pueden aguantar más la presión de una política de locos y para locos. Solo hay que estar en la calle, sufrir tu poder adquisitivo, tu calidad de vida y compararlo con la sarta de chorradas con las que diariamente nos castigan.
En las elecciones del pasado domingo en Alemania, AfD ha quedado como segundo partido más votado, pese a toda la presión judicial y mediática que sufre. Nos dicen que son nazis, resultando una cansina mentira, cuando analizas el origen de muchos de sus votantes. Gran parte del electorado de AfD procede de Die Linke, el partido de extrema izquierda heredero del antiguo Partido Comunista de la RDA. El profundo éxodo de seguidores comunistas a AfD se debe a que Die Linke se 'podemizó', abandonando la lucha proletaria y abrazando causas como la ideología de género, el feminismo extremo o el ecologismo radical. Se fundieron con la Agenda 2030, se olvidaron de los trabajadores y se convirtieron en un ladrillo más del sistema. Origen socialista pero marcadamente anti-woke, AfD les ofrece una opción preocupada por los trabajadores, socialmente conservadora y sobre todo anti-sistema que potenciar.
El resultado electoral, lejos de solucionar las dificultades, lo suma a la larga lista de naciones con problemas de gobernabilidad. La próxima coalición de gobierno, una vez más, no se corresponderá con los deseos de buena parte del electorado. Esta situación afecta, a las dos 'locomotoras europeas' a Francia y a Alemania. Caóticas y poco productivas alianzas originadas por la hipocresía del 'cinturón sanitario', ordenada por el Foro de Davos, los totalitarios filántropos como Soros y todos aquellos que comen del pesebre de la agenda globalista.
Como ocurrirá aquí, pese al incombustible de Moncloa, la socialdemocracia alemana ha vuelto a sus orígenes, obteniendo el peor resultado en 140 años… Como la mayoría de los progres optaron por el 'pensamiento excéntrico' o la 'izquierda marciana', por el postureo podemita. En vez de solucionar los problemas reales de la gente, se volcaron en terrorismo climático, energías verdes, estudios de género, ingeniería social e inmigración, y todo el largo catecismo de los inquisidores del XXI. Pero la clase media requiere soluciones que mejoren su vida y alivien sus problemas. Y se están orientando, en toda Europa, hacia lo que etiquetan como 'nacional-populismo'. Yo le llamo sentido común.
La cuestión es que, en las elecciones del pasado fin de semana la AfD ha experimentado un tirón que le ha llevado a convertirse en la segunda fuerza política del país, con diez millones y medio de votos, 151 diputados (68 más que en las anteriores elecciones), aumentando su cuota electoral en un 116 %... con dos millones de votos más que la socialdemocracia y tres millones y medio de votos menos que los democristianos.
Y adivine hacia dónde se ha dirigido el voto de millones de inmigrantes nacionalizados alemanes. Berlín, la capital del multiculturalismo mundial, es un magnífico ejemplo. En cambio, resulta evidente que la Alemania del Este, aislada durante mucho tiempo del resto de Europa Occidental, no sufrió las políticas de sustitución hasta el año 2015, esto ha provocado un gran choque entre una población muy homogénea étnica y culturalmente, que no es tan sumisa a los cuentos del progresismo, siempre distantes de la diaria realidad. Resulta llamativo como el sentido común ha arrastrado dos millones de votos conservadores de la CDU y casi un millón de votos de socialistas desengañados del SPD.
Los políticos del sistema están inquietos. El negocio se les está escapando, y por eso pierden las formas. La voluntad popular, la democracia, está muy bien, salvo que la ciudadanía elija opciones verdaderamente alternativas. En ese caso el personal no sabe lo que vota, no tiene madurez progresista o sencillamente son fachas a los que hay que negarles todo. Una sencilla ecuación, pero que choca con lo que día a día vivimos. La cuestión no es saber quién gobernará en Europa en los años 30 del siglo XXI, sino si la situación en ese momento permitirá un cambio de rumbo. A lo mejor, ya no hay tiempo y estaremos sumidos en una crisis irreversible marcada por la quiebra económica, la islamización y la guerra civil racial, étnica y social. Y si piensa que son exageradas elucubraciones, dé un paseo por las principales capitales europeas.
Los medios de comunicación, los grandes subvencionados, tienen enorme responsabilidad en esta profunda crisis de Occidente. Han propiciado hipócritamente el apocalipsis de los taponcitos de plástico, los lobbies, los contratos mil millonarios negociados por SMS, las puertas giratorias con la banca y los funcionarios de Bruselas convertidos en comisarios que juegan a anular elecciones. En la mayoría de los casos, estos medios han dejado de ser lugares de debate interno e información basada en hechos y claramente diferenciada de la opinión, para convertirse en apoyos de la cultura de la cancelación y de la alianza del liberalismo más salvaje y el catecismo woke.
El sentido común, el aire fresco, está generándose en la gente joven. Entre los menores de 30 años AfD obtuvo un 20% de apoyos. Las formaciones tradicionales como la CDU/CSU, el SPD y los Verdes quedaron relegadas, con menos del 15% de apoyo en este grupo de edad. La inclinación de la juventud hacia partidos identitarios no es un hecho aislado, sino generalizada tendencia, donde el desencanto con los partidos de siempre ha impulsado a los jóvenes a buscar alternativas que defiendan la identidad nacional y la soberanía frente a las políticas de organizaciones supranacionales.
En Alemania ha vuelto a ganar el oficialismo, en parte fingiendo en campaña que hará algo para que Alemania siga siendo alemana, y lo ha negado al día siguiente de su relativa victoria, dejando claro en su discurso que lo que le importa es Europa, en el sentido mercantil que los burócratas de Bruselas dan a la palabra. Pero posiblemente sean los últimos estertores de los globalistas. Así, el apoyo a AfD no constituye un fenómeno pasajero ni exclusivo de los votantes más jóvenes, sino una tendencia que gana fuerza a medida que la población activa se enfrenta a los retos de la inmigración masiva, la inseguridad y la incertidumbre económica. Lo dicho, algo de sentido común.
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