El temor habitual ante el folio en blanco se vuelve auténtico pánico cuando me siento con el deber de escribir unas líneas para despedir a José Miguel Pérez García, catedrático de Historia Contemporánea de la ULPGC y fundador de la Facultad de Geografía e Historia, de la que fue su primer decano.
José Miguel fue un hombre comprometido hasta la médula con la investigación histórica de los acontecimientos más recientes de la política contemporánea, a los que aportó una lucidez fuera de lo común, y que describió para los especialistas y para los aficionados con puntos de vista siempre originales, fruto de la perspicacia y la visión de conjunto con que observaba la evolución de los acontecimientos históricos. Siempre lo hizo con honestidad y clarividencia, y de ello son testigos sus colegas, sus estudiantes y los lectores de su extensa obra.
José Miguel fue muchas cosas en su vida, una vida que nunca dejó de vivirla con una intensidad y una pasión que ahora se me antojan estremecedoras. Se le recordará por haber sido el político socialista que presidió el Cabildo de Gran Canaria y fue consejero de Educación y vicepresidente del Gobierno de Canarias. Quienes compartieron con él esos años de intensa y fructífera labor estarán de acuerdo conmigo en que trasladó sus conocimientos históricos y su forma de ver la evolución de los pueblos a la práctica de la política. Seguramente otras personas glosarán mejor que yo sus logros en ese terreno, pero no por ello dejaré de recordar que en su etapa en el Cabildo se sentaron las bases para dotar a la isla de un servicio ferroviario que aliviara el entonces potencial y ahora real colapso de la autopista del sur. También soy conocedor de primera mano de sus desvelos para que la educación no desfalleciera en los tiempos en que fue vicepresidente del Canarias, en los que el ahora llamado 'austericidio' hizo correr un gravísimo riesgo a la enseñanza pública en el archipiélago. Pero de José Miguel destacaré su faceta humana, seguramente desconocida para la población, pues era algo tímido y poco dado a la exhibición pública. Tuve la enorme fortuna de conocerlo a fondo en otra campaña electoral, en la que el candidato a rector Pedro Betancor fue capaz de reunir a un conjunto de personas que todavía nos seguimos viendo y apreciando más de veinticinco años después. Fueron días en los que tuve ocasión de familiarizarme con personas de ámbitos académicos muy diversos, algunas de las cuales están todavía colaborando en mi campaña actual. Por esos días, en el año 1998, José Miguel estaba en plena madurez como historiador y como dirigente universitario, y aún no había dado el salto a la política. Yo lo veía como una persona discreta, que oía mucho y hablaba poco; pero que cuando lo hacía era siempre después de haber analizado objetivamente todas las variables y si decidía pronunciarse lo hacía emitiendo casi un veredicto. Su capacidad de análisis siempre me pareció insuperable; quizá por eso llegó en la esfera política tan lejos como quiso. Y quizás por eso le queremos y valoramos tanto.
En la lección inaugural del curso 2022-23 en la ULPGC nos ofreció su visión del futuro de la universidad pública para Canarias desde la madurez de su pensamiento, aderezada por su visión del momento histórico en que nos encontramos y siempre contemplada desde insuperable vocación de servicio público. Nos dio una lección de su capacidad para analizar el presente, conociendo profundamente el pasado, su extenso conocimiento de toda la historia contemporánea de España y sobre todo de la figura de Juan Negrín, en cuyo archivo recién recuperado para la isla sumergía sus proyectos futuros. Como médico, y muy amigo de su médico que le trató ese cáncer tan raro en no fumadores, pude ser testigo de excepción de su fortaleza y resiliencia en estas últimas etapas, enseñándonos una vez más una lección de vida: la de enfrentarnos a la muerte.
Si la muerte de una persona joven siempre es triste, la despedida de José Miguel me parece sobre todo injusta, porque nos ha privado de un sobresaliente profesional y de una excelente persona que aún tenía mucho que aportar: décadas de sabiduría. Nuestras condolencias a Julia, su pareja, a sus hijos, a sus nietos, con quienes tenía una complicidad infinita, incluidas los pequeños mellizos y resto de familia entera.
Con su partida la ULPGC está sufriendo una enorme pérdida.
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