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En el Antiguo Testamento la mujer ya aparecía como la representación de la tentación y el pecado, con una Eva que, sin personalidad propia y fruto de una costilla del hombre, encarnaba la provocación y el mal. Este planteamiento se repite como un mantra en toda la Biblia: mientras los hombres acaparan un protagonismo heroico, la mujer se dibuja siempre como figurante y, cuando destaca, solo es como ejemplo negativo.
En esos textos puede haberse visto reflejada en las últimas horas Rocío Ruiz, de Ciudadanos. Vox ha provocado la primera polémica (y crisis) en el recién creado nuevo Gobierno de Andalucía con el Partido Popular, Ciudadanos y el partido de extrema derecha como socios a cuenta de un artículo que publicó en 2013 la recién estrenada consejera de Igualdad, Políticas Sociales y Conciliación andaluza.
En dicho artículo, publicado en el extinto rotativo El Periódico de Huelva con el título Las monedas de Judas, Ruiz calificaba a las procesiones de Semana Santa como «desfiles de la vanidad y rancio populismo cultural, rescatadas de la historia medieval como espectáculo incluso tenebroso». Lo suscribo. Según proseguía en su opinión Ruiz en aquella columna, las procesiones «nada tienen que ver con lo que dicen representar», ya que son «una exitosa puesta en escena turística y una penosa demostración de la necesidad que tiene la gente de pan y circo. Un entretenimiento de la plebe, devotos que confunden la religión con el protagonismo», aseveró entonces. Amén.
A pesar de retractarse y pedir perdón por lo que escribió en 2013, actitud cobarde que ejemplifica la integridad de la recién nombrada consejera y su apego al cargo por encima de su dignidad, Vox ha anunciado su intención de llevar al Parlamento de Andalucía la reprobación de la consejera pese a sus patéticas disculpas en la que se flagela y se autocensura. «Este artículo no representa ni lo que pienso ni lo que defenderé como consejera de todos los andaluces», aseveró Ruiz intentando, sin éxito, pasar página.
La opinión de la consejera cuando no tenía ningún cargo público es respetable y muchos la compartimos. Por lo que no se entiende que se le estigmatice y, mucho menos, que ahora la niegue a pesar de que «todos evolucionamos», como se justifica. Lo grave de este asunto es que tanto la consejera como Ciudadanos se plieguen a las imposiciones de Santiago Abascal y su partido. Vox las quiere católicas, sin opinión propia y si es en casita, mejor. El resto son todas pecadoras, como las representa la Biblia.
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