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Vea la portada de CANARIAS7 de este viernes 18 de abril de 2025

En un país no muy lejano vive hace ya algún tiempo un rey cansado. Heredó la corona y la vitola de un régimen caduco, pero la escasez de turbulencias en aquella época le convirtieron en un amuleto contra las adversidades. Vivió como quiso, y entre los méritos contraídos se le atribuyó la hazaña de adjudicar a empresas de su propio país la construcción de un tren rápido entre La Meca y Medina, en la ruta del profeta. Fue en 2011. Una suerte; en algunas islas de ese país, los negocios de los trenes se discuten en Francia o Alemania. Fueron al menos diez empresas; una, la pública, dice que perdió 150 millones de euros en los primeros seis años del negocio. Las demás no dicen nada.

Estando el rey ya tan cansado de hacer cosas buenas, molesto por haberse roto la cadera en una cacería africana, optó por abdicar en su hijo. Fue entonces que las cosas empezaron a torcerse; su esposa, ofendida, le retiró hasta el saludo. Algo debió pasar porque después de seis años, el nuevo rey despojó de la paga a su progenitor. En Suiza un juzgado preguntó por la ruta de unos 100 millones de dólares que se movieron desde Arabia hasta una cuenta en Panamá, tierra querida. Desde ahí, el 65% del dinero pasó a otra cuenta, poco después de la cacería africana. Pero todo esto es tontería.

Ocurrió entonces que el mundo entero quedó atrapado por una calamidad invisible. Nadie podía salir de su casa, por miedo a contagiarse del mortífero mal. Se multaba a los viajeros, se morían los ancianos y los más débiles. Los recuentos eran terribles; el público, para animarse, se asomaba a los balcones. Cantaba y aplaudía para darse ánimos. Cuando el rey se asomó al televisor, sonaron calderos y pitorreos. Y al Gobierno le pareció bien, y colorín colorado; todo el mundo aprendió a vivir asustado.

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canarias7 La calamidad y el rey

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