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Semana Santa isleña de inefable memoria: traje nuevo bordado, zapatos de charol…Ruidosos triquitraques del Sábado de Gloria: humo de sahumerio, algarabía y sol». Con ... estos pocos, pero hermosos y elocuentísimos versos, verdaderos espejos de un tiempo y un acontecer, plenos de los sentimientos más íntimos de tradición, de devoción, de luminosas mañanas procesionales, que colmaron y colman la memoria de muchísimas generaciones, describía la «Semana Santa isleña» la admirada poetisa y escritora grancanaria Josefina de la Torre, vinculada a la Generación de 1927.
El ambiente de la ciudad, en los largos cuarenta días de la Cuaresma, muy en especial en los barrios procesionales de Vegueta y Triana, o en el del pueblo de San Lorenzo, y ya en el siglo XX en el del Puerto de La Luz, se impregnaba poco a poco de una incipiente inquietud, de un ánimo muy especial por la cercanía de la que nuestros antepasados denominaban como «semana mayor isleña» o «semana mayor del año», para la que debían las familias prepararse para asistir, tan correctamente dispuestos en lo espiritual, pero también en lo material, como mandaban los cánones tradicionales, a los diversos actos solemnes que llenaban los días de aquella semana, o acudir a las casas de familiares y amigos desde las que se podía disfrutar del paso de las procesiones, y eran obsequiados con dulces y refrescos, propios de una singular gastronomía y repostería que afloraba en esos días del año, marcados por el ayuno y la abstinencia.
Todo eclosionaba el Domingo de Ramos cuando muchísimas personas, luciendo galas y vestidos de estreno, al igual que el Jueves Santo para realizar la ronda de visitas a los «monumentos» en la catedral y en las diversas parroquias, quizá por lo que decía aquel antiguo refrán de que «quién no estrena en Domingo de Ramos, se le caen las manos», se agolpaban en San Telmo, ante la antigua «ermita de los mareantes», hoy Parroquia de San Bernardo, desde los primeros años del siglo XX, para contemplar la salida, entre cientos de palmitos, muchos bellamente trabajados, del 'Señor en la Burrita'. Por la tarde noche le tocaba su turno, desde la parroquia de Santo Domingo, en Vegueta, al 'Señor Predicador', aunque en la actualidad procesiona desde este mismo templo, desde 1982 con la Virgen y desde 1985 con el Nazareno, la Real Cofradía y Hermandad de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús de la Salud y María de la Esperanza de Vegueta, que con sus pasos a hombros de costaleros y sus cofrades de túnicas moradas y verdes se han ganado un puesto destacado en la Semana Santa grancanaria, como se ha podido comprobar, un año más, el pasado domingo en su Estación de Penitencia a la Catedral de Canarias, acogidos y aclamados por una ingente multitud que inundaba todas las calles del barrio histórico.
En la actualidad, el lunes y el martes no hay procesiones, debido a que al final de la década de los años setenta del siglo XX, dado el bache de asistencia de público y las dificultades organizativas que atravesaba las manifestaciones públicas de esta antigua semana mayor, se tomó la decisión de unificar todas las salidas procesionales en una sola salida magna en la tarde-noche del Viernes Santo. Sin embargo, desde siglos antes, habían sido siembre dos días con enorme carácter y gran atractivo. El lunes, en las primeras horas de la mañana, las calles trianeras contemplaban desde el siglo XVII el paso de 'El Señor en el Huerto de los Olivos', aunque la escultura actual, así como las de San Pedro Penitente y la de San Juan Evangelista, son de Luján Pérez. Por la tarde salía, al igual que la anterior desde la Parroquia de San Francisco, la 'Procesión del Clero', por la asistencia de todo el clero, órdenes religiosas y seminaristas, acompañando, en su trono con palio de varales de plata, al 'Señor de la Humildad y Paciencia', la imagen más antigua de las que procesionan hoy, y que perteneció a la desaparecida ermita de Los Remedios, que estuvo ubicada en las inmediaciones de la calle que hoy lleva ese nombre, junto al Guiniguada. Con el tiempo ambas procesiones se unificaron en la de la tarde, hasta que se incorporaron a la magna del Viernes Santo. El martes era el día del popular 'Cristo del Granizo', el 'Señor Atado a la Columna', obra de Tomás Calderón de la Barca estrenada en 1779, que se le conocía así por la enorme granizada que cayó de repente en una ocasión nada más hacer su entrada en su templo, la Parroquia de Santo Domingo, desde la que procesionaba acompañado y bajo el patronazgo del Colegio de Abogados, que lo asumió en 1894.
En la actualidad, ese atardecer del martes santo lo ocupa brillantemente, y desde hace unos años -aunque al principio salía también el Miércoles Santo-, la procesión con La Virgen de Los Dolores de Triana, acompañada de su Hermandad Sacramental y Cofradía que hace su estación de penitencia a la iglesia de San Antonio de Padua; un hermosísimo y muy devoto procesionar que ya ha calado hondo en su barrio trianero y en toda la ciudad.
El Miércoles Santo era el día de 'El Encuentro' o de la 'procesión de El Paso', una representación sagrada del encuentro de Cristo con las santas mujeres, que se escenificaba en la Plaza de Santa Ana con acompañamiento de música y de un enorme gentío, que solía exclamar su asombro al unísono cuando el trono de La Verónica se acercaba al del 'Cristo de la Caída' - como se le conocía antiguamente - y desplegaba un pañuelo con el rostro de Jesús, en señal de haberle secado el sudor de su cara. En la actualidad, y desde hace unos años, este acto ha sido recuperado por una cofradía nueva la Ilustre e Histórica Hermandad del Santo Encuentro de Cristo y Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo con la Cruz a Cuestas y Nuestra Señora de Los Dolores. Hay que resaltar como casi todas las imágenes de esta tarde son de Luján, el Cristo, San Juan, La Verónica (son tantas sus obras en las procesiones que el escritor grancanario Domingo Doreste Fray Lesco le llegó a nominar como «el primer predicador de la Semana Santa de Las Palmas», el imaginero que cada año tiene un museo en la calle), aunque La Magdalena fue tallada por el artista grancanario Silvestre Bello. Tras este encuentro todas regresan a su parroquia, la de Santo Domingo.
El Jueves y el Viernes Santos, días grandes en el calendario pasionista, en Las Palmas de Gran Canaria, estaban y están hoy caracterizados, tras las funciones religiosas propias de ese día, del paseo por Vegueta y Triana, en la tarde-noche, para visitar los monumentos en las diversas iglesias y ermitas, cerrándose al tráfico las principales calles para facilitar el paseo sosegado, y los numerosos corrillos que se forman entre familias y amigos que se encuentran en ese deambular entre templo y templo. Por la noche, aunque antes lo hacía a las cinco de la madrugada, a las doce en punto, tras el canto del 'Miserere', sale de su ermita del Espíritu Santo, como cada año desde 1941, la venerada imagen del 'Cristo del Buen Fin', acompañado de su Real Cofradía, revestida con túnicas rojas y portando farolillos, que llevan a su Cristo en andas a hombros en medio de la fría brisa veguetera, mientras realizan su anual Viacrucis y el predicador alza su voz en el silencio pétreo de esas horas.
La mañana del Viernes Santo es, desde 1927, la de la 'Procesión de Las Mantillas', denominada así por la cantidad de mujeres que acompañan al Cristo de la sala Capitular y a la Dolorosa de la catedral, ambas obras del guiense José Luján Pérez que las talló 1793 y en 1805 respectivamente. Es muy sugestiva la entrada de ambos tronos en la basílica, mientras la banda Municipal interpreta la Marcha Fúnebre de Chopin, y donde a continuación comienza el tradicional 'Sermón de las Siete Palabras', que se prolonga hasta las tres de la tarde, hora en la que se conmemora la muerte de Cristo en la cruz. Hay que resaltar que el trono de la Virgen fue diseñado y tallado por el escultor Juan Jaén en 1943 y el del Cristo por Carlos Monzón Grondona en 1946.
Por la tarde de ese mismo día, y desde finales de los años setenta de la pasada centuria, tiene lugar la 'Procesión Magna', en la que procesionan los tronos e imágenes antes mencionados y las que desde antiguo eran las propias de ese día, el 'Cristo de la Vera Cruz', que sale de la parroquia de San Agustín, obra de Luján Pérez que sustituyó a la primitiva imagen a comienzos del siglo XIX, junto a San Juan Evangelista, también de Luján, y la querida imagen de 'La Genovesa', así conocida por su procedencia de aquella ciudad italiana. Junto a ellos concurre el Ayuntamiento de la ciudad en pleno acompañado de guardias de gran gala y maceros. Recordar cómo, durante muchos años, la ornamentación de estos tronos estuvo encomendada al gran pintor Jesús Arencibia, que dejó una huella indeleble en el estilo que se utiliza tradicionalmente. De la Parroquia de San Francisco destacar la salida del 'Santo Entierro' , cuya urna fue diseñada por el pintor Manuel Ponce de León y luce cuatro angelotes obra de Luján Pérez, y el trono de plata bajo cuyo lujoso palio procesiona, arropada por su Pontificia y Real Archicofradía, junto con el Cabildo Insular en pleno y otras autoridades, La Virgen de La Soledad de la Portería Coronada, una de las mayores y más antiguas devociones de la ciudad en este barrio trianero, a cuyas calles vuelve a salir, pasadas las diez de la noche, para la 'Procesión del Retiro', al igual que hacía por las de Vegueta La Dolorosa de Santo Domingo, siendo en los últimos años frecuente escuchar a su paso algunas folías y alguna que otra saeta, con sus características notas quebradas por un dolor hondo, quebrado, casi irreparable. Como cantó, a este momento la poetisa Ignacia de Lara, '¡Esta es la noche en la que la Virgen llora / esta es la noche en la que Las Palmas reza!'. Cuando La Soledad regresa a sus templos se cierran también las puertas de las anuales procesiones de la Semana Santa isleña.
Con todo ello, una vez más en nuestra vida, no podemos dejar de admirar, a esta Semana Santa grancanaria, Semana Santa de ayer y de hoy, semana mayor para añorar soleadas y limpias mañanas repletas de mantillas blancas, cientos de farolillos que rompen el luctuoso gris del atardecer por Triana, noches de plegarias tras un Cristo en procesión por las calles de Vegueta.
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