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Qué son? ¿Qué significan? ¿Qué sentido han tenido en la tradición? ¿Cuál tienen hoy? Muchos son los interrogantes, como las reflexiones, que pueden y deben ... derivarse de plantear el origen, la evolución y la implantación en el orbe de las tradiciones insulares que más se han significado en el acontecer histórico de Gran Canaria. No se pueden responder de golpe y a una todas estas cuestiones pues, tras ellas, subyacen siglos de historia, un devenir de tradiciones y sentimientos que conforman una parte de la identidad insular. Pero sí que existe una realidad incontestable, que la presencia de la advocación tanto de la Señora Santa Ana, como del Señor Santiago en esta isla es tan antigua, como su historia la tras la conquista y nuevo poblamiento.
La advocación a Santa Ana tiene un arraigo en la capital grancanaria que arranca casi del mismo día de su fundación, aunque venga ligado a leyendas. Sin embargo, hoy queda muy clara la devoción que por Santa Ana traía el capitán Juan Rejón y mucha de su gente, como también la traerían otros en sucesivas remesas de conquistadores y pobladores, que no olvidaban, entre otras circunstancias, la enorme devoción a la Madre de la Virgen que ya entonces irradiaba la Real Parroquia de Santa Ana del Barrio de Triana hispalense, conocida como 'Catedral chica', y que en Gran Canaria caló enseguida, pues vemos como a comienzos del siglo XVI eran grandes y lustrosas las ceremonias y festejos que se organizaban en honor de la que es desde entonces Patrona de la Muy Noble y Muy Leal Ciudad Real de Las Palmas de Gran Canaria.
Ya a comienzos del siglo XVI su patronazgo oficial de la ciudad estaba plenamente consolidado, como lo señala un acuerdo del Cabildo Catedral de 26 de julio 1539 que dio a conocer el canónigo e historiador Santiago Cazorla León. Desde el siglo XVI, y hasta bien entrado el XVIII, la festividad de Santa Ana se celebró aquí con importantes celebraciones religiosas y cívicas. Prolongados repiques de campanas desde las vísperas, misas cantadas, procesiones en el entorno de la Plaza Mayor a las que asistían cruces alzadas de todos los templos importantes de la isla, como dispuso en 1533 el Emperador Carlos, que ordenó a todos los curas de los lugares de Gáldar, Guía y Telde que cada 26 de julio debían concurrir a la capital insular «…en reconocimiento de la buena obra que se hace…».
En su vertiente cívica, estas fiestas contaban con representaciones teatrales, bailes, luminarias, juegos de toros, cucañas y paseos, en fin, todo aquello que se podían permitir y que era tenido como divertimento por los grancanarios de aquellos primeros siglos de la historia de esta ciudad. Un patronazgo que se resaltó a finales del XVI cuando se colocó, en el primer puente de piedra que unió los barrios de Vegueta y Triana, una imagen de Santa Ana, exclamando en sus versos el primer gran poeta canario, Bartolomé Cairasco de Figueroa, como la ciudad «…puede / llamarse siempre bien afortunada / pues a Santa Ana el cielo le concede/ por titular patrona y abogada…». Por tierras de la Real Ciudad de Gáldar, donde Santa Ana es copatrona venerada y procesionada ese día desde hace siglos, el 26 de julio es también fiesta grande y señera, donde los más pequeños, sus abuelos y las familias tienen un gran protagonismo en la actualidad.
En todo ello surgen también preguntas como ¿Qué entendemos entonces por tradiciones? ¿Cuándo se crea la tradición? ¿Quiénes las crean? Y es que, como señala José Manuel Bermudo, «…es difícil saber de dónde surgió la idea de celebrar una fiesta, conmemorar un hecho histórico o venerar una imagen. Con el paso del tiempo se van difuminando los detalles de la historia verdadera, mezclados con la leyenda que algunos fueron alimentando con detalles a veces bastante ingenuos, o bien basados en documentos mal interpretados. También suele ocurrir que la transmisión oral produzca deformaciones …». Muy diversas generaciones iniciaron celebraciones, eventos, rituales que perduraron en el tiempo, o que se difuminaron y se perdieron. Todo ello, en momentos imprecisos, se sustituyó por otros usos y costumbres, de los que no se tiene un conocimiento claro de su origen, pero quedó «…establecida la base de una tradición. Después, cada pueblo decide con su apoyo por donde hay que tirar. Y así continúa…».
Algo que también se aprecia ante la arraigada devoción, y las celebraciones que la arropan, al Señor Santiago, tanto las tierras sureñas de la Caldera de Las Tirajanas, en Tunte, como en las norteñas de Gáldar.
Por Las Tirajanas pervive esa hermosa e identitaria 'Romería a Santiago El Chico' (o 'del Pinar'), que Tunte organiza cada año desde tiempos inmemoriales, sustentada en una hermosa leyenda que comenzó en las playas de Arguineguín. También subsiste en todo su esplendor la solemnidad con que Gáldar veneró siempre al Señor Santiago de los Caballeros. Pervive la memoria de tantas familias de cumbres y medianías, pastores, agricultores, arrieros, que transmitían de generación en generación la veneración santiaguera; un sentimiento que les llevaba a acudir, según sus zonas, a uno u otro santuario en los últimos días del mes de julio, especialmente cuando fuera Año Santo. Pero esos usos y costumbres lo que sobre todo transmiten en estos momentos, a una población infinitamente más numerosas, con orígenes mucho más diversos, más cosmopolita en su identidad social, es la esencia de esas tradiciones que ahora se conforman en el ámbito de esos «rituales contemporáneos», que ha descrito magníficamente la antropóloga francesa Martine Segalen.
Pero, si es antigua la tradición del Señor Santiago en los pinares tirajaneros, muy documentada está su presencia antigua en la Real Ciudad de Gáldar. Como ya expuso en Santiago de Compostela en 1993 Nicolás Díaz Saavedra de Morales «la primera mención documental del culto al Apóstol Santiago en la historia de Gran Canaria aparece en crónica que explica que en una casa 'capaz y grande' que se supone con fundamento que era parte del Palacio del Guanarteme en Agáldar, el Obispo Juan de Frías cantó Tedeum y oficio misa, por primera vez, el día del Señor Santiago del año 1481…». Y en 1483, según relatan los cronistas, el mentado Obispo volvió a celebrar misa en la festividad del Señor Santiago. Además, es sugerente ver como en el escudo concedido al Guanarteme por los Reyes Católicos, según información de Doña Margarita Fernández de Guanarteme, su hija, ya figuraba una Cruz de Santiago.
Todo ello puede, debe, llevar a considerar que se está ante una tradición innegable, ante unas festividades históricas de la isla y de su capital, que resaltan el histórico patronazgo de Santa Ana, al tiempo que no sólo hace de Santiago en Gáldar, y con ella en Tunte, la primera advocación jacobea fuera del territorio peninsular de España en particular, como del continente europeo en general, sino que se instaure como punto indiscutible en el camino hacia América. Y esto genera una identidad que se festeja y conmemora en estos señeros días de julio en Gran Canaria.
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