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Hace ya años, en los primeros días cuaresmales, cuando poco a poco florecía las voces de los pregoneros, todo el mundo sabía que, en esos ... momentos, quedaba menos para que, un año más, los acordes de la marcha procesional 'Amarguras', del maestro Font de Anta, interpretada por la Banda Sinfónica Municipal de Las Palmas de Gran Canaria, señalara, desde los salones del Ilmo. Gabinete Literario, el comienzo de los días cofradieros, la llegada de la Semana Santa. Días en los que el sublime recogimiento del público, con sus silencios y sus aplausos, o por balcones y zaguanes de los viejos barrios, en los pórticos de los templos, en las aceras que se pueblan de quienes esperan el paso de la imaginería Lujanera, se ausculta el rumor inquieto de lo que siempre fue la 'Semana Mayor' de Gran Canaria. Días de sonidos de Pasión en los que resuenan los versos de Ignacia de Lara, al paso de la Procesión del Retiro, que hablan, con sonoridad inescrutable, de como «En la noche sublime y silenciosa / como sumida en religioso anhelo, / el clarinete con gemir de duelo / dice en el aire su canción llorosa».
En este tiempo del año hasta los silencios se hacen música, que callan los labios para que canten las almas. Y esto lo sabían y lo soñaban los antiguos maestros catedralicios de los siglos XVII y XVIII, y vienen a la memoria piezas de gran impresión como 'Tremendo Sacramento', de Joaquín García, o el 'Gloria, Laus et Honor', de Diego Durón. los compositores insulares del siglo XIX. Domingo Doreste Fray Lesco recordaba como «D. Luis Rocafort, organista de la Catedral, compuso un célebre 'incarnatus' para poner a prueba su extensión. Era un 'pezzo di bravura', como dicen los italianos, erizado de volutas barrocas, ascendiendo en agudo». No olvidaron este tiempo de procesiones solemnes ceremonias sacras compositores como Santiago Tejera Ossavarry, que dejó una magnífica marcha procesional titulada 'La espada del dolor'.
En las últimas décadas del siglo XX otros autores dejarían su huella de música de Pasión, como el maestro Antonio Hann Rivero que compuso una sugerente marcha procesional dedicada a 'El Cristo del Buen Fin', y la Banda Sinfónica Municipal de Las Palmas de Gran Canaria interpretaría, y grabaría un CD, que recoge marchas procesionales como 'Esperanza de Vegueta', 'La Genovesa' -dedicada a esa Dolorosa de tan antigua y arraigada devoción en la Parroquia de San Agustín- o 'Procesión de Semana Santa en Vegueta'. Ya en los albores del presente siglo una popular e inquieta agrupación musical, La Pequeña Estefanía», que comenzó allá por 1994 como banda de tambores y trompetas, pero que cuatro años después incorpora instrumentos como el trombón, bombardino, tuba o saxo y se adopta el estilo de agrupación musical, graba un CD con diez piezas de música 'semanasantera', que revive y archiva los sonidos que ellos expanden por las calles tras el paso de tronos y cofradías.
En este ámbito de música y sonidos de pasión también surgieron personajes muy populares, como fue el caso de 'Mateito', al que Fray Lesco recogió y dejó para la historia local en uno de sus artículos del año 1939. Y es que «…nombrando a Mateito, toda la población sabía de que persona se trataba» y en «Semana Santa culminaba su popularidad», tanto que su canto en las parroquias de Vegueta y Triana era tan que seguido que ya «podían ejecutarse misereres a gran orquesta en la Catedral» que el «pueblo prefería acudir a las parroquias a oír a Mateito el miserere ordinario, sabido de memoria por todos, cantado, eso sí, con acento más dramático esos días». En la célebre Procesión del Encuentro, era él quién en la Plaza de Santa Ana interpretaba el '¡O vos omnes!', y en la del Retiro de San Francisco, sonaba su voz excepcional por las callejuelas trianeras interpretando un lamentoso 'Stabat Mater', con el que se «ponía final a nuestra Semana Santa».
Otro de los personajes ineludibles en la Semana Santa isleña sería el ya mencionado Maestro Tejera. Al frente de la Banda de Música del Regimiento llenaba las calles de música cofradiera y procesional. Fray Lesco recordaba como «eran las propias marchas del Maestro, que iba estrenando año tras año, y que recordamos y seguimos al oído en cuanto sentimos los primeros pasos. Hoy sus marchas forman un precioso repertorio que recuerda mejor que nada la colaboración sentimental de Tejera en nuestra Semana Santa».
En estos días de abril de 2025 junto con los primeros pregones ya han sonado las notas de músicas muy diversas, que quieren ser los primeros sonidos del tiempo cuaresmal y cofradiero. Ha sido la voz de la soprano Rosa Marrero Mujica, acompañada al piano por la profesora Elena Cárdaba Nuez, que llenó de música religiosa el antiguo templo parroquial del pueblo de San Lorenzo, tras el pregón del concejal Ignacio de la Torre, a la que siguió el XLI Concierto de Marchas Procesionales, a cargo de la Banda Sinfónica del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, que daba paso al pregón a la Esperanza de Vegueta, este año a cargo de Mario Ghosn Acosta como pregonero de la Hermandad, que ofreció un pregón sublime, cargado de poesía y de hondas reflexiones. Y ha sido el concierto de la Coral Polifónica Cantata del Real Club Victoria, con el que culminó brillantemente, también como el anterior en el antiguo templo dominicano, hoy Parroquia de Santo Domingo, el pregón al Santísimo Cristo con la Cruz a Cuestas y Nuestra Señora de los Dolores de Vegueta Coronada que pronunció el presidente de las Fiestas de La Naval, Francisco Medina Montenegro, con hondos sentimientos, encendidos versos y sugerentes palabras.
Y el la tarde-noche del domingo previo al Domingo Ramos, en la Ermita de Los Reyes, en ese histórico y señero reducto veguetero que rezuma siglos de historia, junto al convento de las Madres Adoratrices, organizado por la Agrupación de Fieles de la Virgen de los Reyes, el III Concierto Sonidos de Pasión, un evento que se ha hecho ineludible en estos días cada año, trajo hasta esta capilla, reconstruida sobre la anterior que, con una antigüedad que la enraizaba en varios siglos atrás y también dio culto a desapareció a San Marcos -lo que rememora una antigua y hermosísima calle que rebosa de historias, vivencias y hasta leyendas, donde la música al paso de la Esperanza de Vegueta no sólo resuena solemnemente, sino que se ha quedado grabado en sus paredes para siempre-, a la Banda de Música de Teror que, tras la presentación por el Cronista Oficial de la Villa Mariana, José Luis Yánez Rodríguez, ofreció un intenso, brillante y magistral concierto de marchas procesionales y algunas otras piezas propias del tiempo de la semana mayor.
Pero en los días de pasión son también otros los sonidos que se hacen música y caracterizan un tiempo donde la pena es alegre. Es el de la matraca catedralicia, aunque también la tuvieron y usaron algunos otros templos, un curioso instrumento que se colocaba en los campanarios, y que se utilizaba, cuando las campanas debían callar su voz, para convocar a los oficios en los días de Jueves Santo a Sábado Santo, dando sonoridad al lamento por la muerte de Jesucristo. Se «forma por una cruz de madera hueca, entre las que cuelgan de sus brazos unas mazas, que al girar producen un ruido grande y seco», como recuerda Juan Carrero en su célebre 'Gran Diccionario de la Semana Santa' (2006).
Junto a este ronco sonido, el murmullo del rezo del Rosario en las estaciones penitenciales, el arrastre de los pies de costaleros y cargadores, el tintineo de la campanilla que ordena el discurrir procesional, la Música de Capilla, esos grupos de cuatro o cinco músicos con instrumentos de madera de viento (oboe, fagot o clarinetes) que preceden a algunas andas procesionales y que interpretan, normalmente, piezas fúnebres. Y no se puede olvidar aquellos estruendos que, durante siglos, producían en la noche del Sábado Santo y el Domingo de Resurrección la quema del Revienta Judas , o los triquitraques en los railes del tranvía -mientras funcionó a finales del siglo XIX y primeras décadas del XX-, producido por ciertos petardos que estallaban al ser pisados por la locomotora entre las risas de los niños y los aspavientos de los mayores. O el sonar reiterado de las bocinas de los buques, fondeados en la Bahía de Las Isletas, en la madrugada de la Resurrección. Música y sonidos de un tiempo, de una Semana santa en la que hasta los silencios cantan con sonora pasión.
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