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En la Semana Mayor del año trianera y veguetera, donde se originan y se da pie a usos y costumbres semanasanteras que luego evolucionaran, poco ... a poco en el devenir de los siglos, y se expandirán por las más diversas poblaciones de la isla, donde hoy encontramos arraigadas costumbres de la Semana Santa insular, como pueden ser Agüimes, Moya, Teror, Gáldar, Guía o Telde, entre otras, aparece desde el primer momento, con enorme arraigo y devoción popular, la figura del 'crucificado', que es, por antonomasia, referencia a Jesucristo en los días claves de su pasión, muerte y resurrección. Los primeros tiempos de la Semana Santa por los primigenios asentamientos urbanos de la capital grancanaria, a uno y otro margen del Guiniguada, que aún aportaba, a ese ambiente tan especial e íntimo de cofradías y penitentes, de frailes y monjas de clausura, el rumor del agua corriendo por su cauce, como auténtico murmullo de rezos de la ciudad en la primavera, eran los de cofradías de pasión, la de las procesiones con la Vera Cruz que los hijos del Poverello de Asís, promovían tras regresar de Tierra Santa, donde tenían a su cargo la custodia de los Santos Lugares, como apuntó acertadamente José Miguel Alzola. Eran Semanas Santas de Crucificados y Dolorosas que cruzaban de Vegueta a Triana y viceversa, para visitar templos y conventos de ambos barrios en los días punteros de la conmemoración pasionista.
Si las primeras cofradías de 'Penitencia' o de 'Sangre', como se las conocía, se generaron entono al siglo XVI, en buena medida en Sevilla, de donde fácilmente pasaría este uso y costumbre a la Triana atlántica y su vecina Vegueta, en la capital grancanaria pronto se daría culto a sus 'Crucificados', junto a otras devociones como la del 'Nazareno' o 'Señor de la Caída', a través de incipientes, pero con numerosos devotos e importantes aportaciones para el culto, como la 'Cofradía de Jesús Nazareno', de la que ya se tiene noticias en el siglo XVII, asentada en el templo de los Dominicos, donde desde los primeros momentos de esta iglesia conventual ya existía una capilla de 'Jesús Nazareno', que tuvo importantes patronos como Juan Mansel y su esposa María de Santa Gadea. Incluso antes de 1579, como recoge Alzola, «ya estaba establecida en la ermita veguetera de la Vera Cruz una cofradía consagrada al culto de la Vera Cruz», cuyos hermanos se flagelaban mientras recorrían aquellas callejuelas acompañando a la imagen del Crucificado. A finales del XVI ya existía otra Cofradía del Santísimo Crucificado en el convento de San Francisco, en Triana.
El incendio de la ciudad por las tropas de Van der Does en julio de 1599 privó a la posterioridad de conocer imágenes, y documentos sobre ellas, que tuvieron mucha importancia en aquel primer siglo de historia de la ciudad. Sin embargo, como las llamas no afectaron a templos como San Agustín o la ermita de Los Remedios, junto al barranco -al lado de donde hoy discurre la trianera calle de este nombre-, si que se pudo conocer la del Cristo de la Vera Cruz -que luego fue sustituida por la actual, tallada por Luján Pérez-, o la del 'Señor de la Humildad y Paciencia', quizá la más antiguas de las que aún procesionan en esta ciudad, pues data del siglo XVI.
La presencia de la Cruz junto a Jesús se da en la Semana Santa de Vegueta y Triana, en la que desde el siglo XIX ha pervivido hasta la actualidad, y si se exceptúa la 'Cruz desnuda' de la Parroquia de San Francisco, básicamente en el paso procesional del 'Señor con la Cruz a Cuesta', y en tres grandes y devotas imágenes del Crucificado, la del 'Cristo de la Vera Cruz', al de San Agustín, la del 'Cristo del Buen Fin' de la ermita del Espíritu Santo, y del Cristo de la Sala Capitular en la Catedral de Canarias. Aunque tampoco debemos olvidar por la tradición y antigüedad que las reviste, imágenes del Santísimo Cristo de La Luz, en aquella Parroquia portuense, que procesiona acompañado de una bella imagen de Ntra. Sra. de La Soledad, o de la parroquia de Ntra. Sra. de La Luz, o la del 'Señor con la Cruz a cuestas' de la procesión del 'Santo Encuentro' de la Parroquia de San Lorenzo.
Al igual que en los primeros tiempos, de «modestos cortejos procesionales en los que las imágenes iban sobre parihuelas que portaban los propios cofrades», que se cubrían con hopas o túnicas penitenciales «y se mortificaban con lacerantes disciplinas», también es significativa la presencia de 'Dolorosas', aunque las actuales se han incorporado en distintos momentos de los siglos XVII, XVIII y XIX. Es el caso de la 'Dolorosa de Luján', en la actualidad conocida como la 'Dolorosa de Vegueta' -solemnemente coronada en el año 2012-, que acompaña al 'Señor de la Caída' en su 'Procesión del Encuentro', o 'del Paso', la antigua 'Genovesa', que tantas devociones concitó en la antigüedad en el tempo agustino, y que acompaña al 'Cristo de la Vera Cruz' -tallado por Luján en 1973-, o la 'Dolorosa de la Catedral' -también una talla Lujanera. Encargada por el deán Toledo en 1805- que, junto al 'Crucificado' capitular corona la célebre 'Procesión de las Mantillas' -que muy pronto conmemorará el centenario de su primera salida a la calle en el Viernes Santo de 1928, promovida por la primera Junta de Semana Santa de esta ciudad. La otra gran advocación de una 'Dolorosa' cuya Cofradía, en una primera etapa, ya existía a finales del siglo XVI, es la trianera 'Virgen de la Soledad' -coronada canónicamente en 1964-, que en su procesión de 'El Retiro', aúna tantas miradas, recogimientos y piedades que Ignacia de Lara no dudaba en exclamar que «Esta es la noche en que la Virgen llora… / y esta es la noche en que Las Palmas reza!».
Si antigua era la liturgia de la 'adoración de la Cruz' en la Catedral, como en otros templos, en la actualidad la presencia de 'Crucificados' en las calles de la vieja ciudad marcan los momentos más sugerentes y hondos del procesionar que hace que esta sea, como decían los grancanarios de siglos atrás, la 'semana mayor del año', como se muestra, en el silente procesionar del 'Cristo del Buen Fin' en la fría media noche del jueves al Viernes Santo, «Silencio de Vegueta, / madrugada sin horas, / silencio en el rito 7 y hasta en el rezo, / silencio de siglos…», en la luminosa estampa, bajo un palio de palmas y campanas que han enmudecido, en la que procesiona por Santa Ana el 'Cristo de la Sala Capitular', o en el solemne paso del 'Cristo de la Vera Cruz' arropado por la Corporación Municipal. Esto representa, como ya dijera en soneto Cairasco de Figueroa, «…que no se asombre y muestre ser finita, / si considera en una cruz clavado / al gran Señor de todo lo criado».
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