El poder del insularismo

En cualquiera de las ocho islas, el fenómeno del insularismo ha sido una referencia constante desde hace al menos cuatro décadas; siendo el municipalismo una derivada, bidireccional. Y con la singularidad de que los derroteros han sido distintos en cada uno de los siete territorios.

En Tenerife y La Palma fueron ATI y API los estandartes, quedando como motores para lo que ahora en el núcleo duro de CC, simplificando. En La Gomera y El Hierro, como en Lanzarote, además de siglas hubo que contar con nombres propios. En Gran Canaria se dio una mezcla de factores para vertebrar NC como punta de lanza, mientras que en Fuerteventura fue relevante el movimiento vecinal como buen elemento de conjunción y desarrollo.

En cada isla se han movido piezas con el paso del tiempo y mal que bien hay siglas, más que las que vendrán, como acontece en Gran Canaria, con capacidad para seguir rigiendo los destinos de Canarias; con Lanzarote y La Graciosa al margen.

En los dos territorios más orientales hay un vacío enorme, contrario a los intereses de ambas islas. El PIL fue tan poderoso y estuvo tan al dictado de Dimas Martín, delincuente condenado, que normal fue que quedara reducido el espacio insularista a un mero solar. Pero por más que sea un espacio vacío, ahí sigue, a la espera de que alguien lo reconstruya. Aún puede dar mucho de sí.