EFE
Rindiendo cuentas (III)

23F, el día en que dos golpes de Estado se anularon mutuamente

José Miguel Bravo de Laguna

Las Palmas de Gran Canaria

Sábado, 22 de febrero 2025, 22:57

Hoy, 23 de febrero, se cumplen 44 años del intento de golpe de Estado que sacudió a España en 1981. Cuatro décadas después, mi opinión ... es que aquel día no hubo un solo golpe, sino dos intentos simultáneos de tomar el poder que se abortaron recíprocamente.

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Aquella tarde, el Congreso de los Diputados fue asaltado y quedó secuestrado durante 18 horas. En su interior se encontraban el Gobierno, los 350 diputados, periodistas y otros asistentes que habían acudido a presenciar la votación para investir a un nuevo presidente tras la dimisión de Adolfo Suárez. Leopoldo Calvo-Sotelo iba a ser elegido con los votos de los 167 diputados de UCD y alguna abstención nacionalista.

Por la provincia de Las Palmas, en aquellas elecciones, resultamos elegidos seis diputados. Cuatro de UCD: Lorenzo Olarte y Antonio Márquez, que debutaban en el Congreso, junto a Fernando Bergasa y yo mismo, que repetíamos tras haber sido diputados en las constituyentes de 1977. También repitió Jerónimo Saavedra, del PSOE, mientras que Fernando Sagaseta, de Unión del Pueblo Canario, ocupaba por primera vez un escaño.

A las 18.20, en pleno proceso de votación, irrumpió en el hemiciclo el teniente coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero, pistola en mano, gritando «¡Todos quietos!» y apuntando al presidente del Congreso, Landelino Lavilla. No estaba solo: lo acompañaban más de cien guardias civiles, oficiales y suboficiales, que se desplegaron rápidamente, encañonándonos fila por fila.

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Nosotros cuatro estábamos en la quinta fila, justo detrás del escaño del presidente del Gobierno, donde aún permanecía sentado Adolfo Suárez. En las imágenes de aquella noche, aún se puede ver nuestra reacción ante la violenta irrupción de los golpistas.

A pesar del tiempo transcurrido, los sentimientos de aquel momento permanecen vívidos en mi memoria: rabia e impotencia por la repetición de la trágica historia de España, con intentos de golpe militar para alterar el rumbo democrático, y un miedo profundo, sobre todo por mi familia, que estaba en Gran Canaria. Más tarde supe que el entonces gobernador civil de la provincia, Juan José Barco, había ofrecido la sede del Gobierno Civil como refugio seguro para las familias de los secuestrados.

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Durante aquellos tensos momentos, se produjeron hechos que, afortunadamente, fueron captados por TVE y algunas emisoras de radio. Los golpistas intentaron cortar las transmisiones, destruyendo cámaras y desconectando cables, pero dejaron operativa una de las cámaras y algunas señales de radio. Gracias a ello, hoy conservamos imágenes clave, como la firme resistencia de Suárez, que se negó a tirarse al suelo, y la valiente reacción del vicepresidente Gutiérrez Mellado, que, pese a su avanzada edad, plantó cara a Tejero y fue zarandeado por los asaltantes.

Ahí se produjo uno de los momentos más dramáticos y peligrosos: Tejero comienza a disparar y ordena «¡Todos al suelo!». La confusión fue absoluta; temimos que estuvieran ejecutando al Gobierno. Afortunadamente, los disparos no rompieron la cúpula de cristal, cuya caída habría causado graves heridas. Todos, excepto el propio Suárez y luego Carrillo, que se incorporó de inmediato, nos tiramos al suelo bajo las órdenes tajantes y ante el temor de que los disparos estuvieran dirigiéndose a miembros concretos del Congreso. Aquel momento de pánico dejó secuelas: muchos, entre ellos yo, tuvimos pesadillas durante largo tiempo.

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Por qué fracasó el golpe de Estado

A lo largo de los años, he leído numerosos análisis sobre el 23F y seguido atentamente los juicios a los golpistas. Mi conclusión es que, en realidad, se gestaban dos golpes de Estado con objetivos distintos, lo que llevó a su colapso.

Los generales Alfonso Armada y Jaime Milans del Bosch compartían el deseo de acabar con lo que consideraban un gobierno débil, marcado por el separatismo y el terrorismo. Sin embargo, discrepaban en la solución. Armada pretendía formar un gobierno de «unidad nacional» bajo su liderazgo, logrando su investidura en el Congreso secuestrado. Milans del Bosch, en cambio, apostaba por una dictadura militar al estilo franquista, postura que compartía con Tejero.

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En este entramado, el papel del rey Juan Carlos fue crucial para frenar el golpe. Aunque no pudo intervenir después de las 10 de la noche, debido a que TVE también había sido tomada por los golpistas, específicamente por una sección de la División Acorazada Brunete comandada por el comandante Pardo Zancada, cuyo objetivo era impedir que los equipos de grabación captaran declaraciones del monarca que evidenciaran su rechazo al golpe.

Cuando el general Juste, jefe de la División, llamó a La Zarzuela preguntando por Armada, la respuesta del jefe de la Casa Militar, Sabino Fernández Campo, fue tajante: «El general Armada ni está ni se le espera». Ese mensaje disipó cualquier duda y evitó que las tropas se sumaran a la sublevación.

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A 44 años de aquel intento de golpe, la democracia española sigue en pie. Aquel día nos dejó una lección imborrable: la libertad no se concede, se defiende.

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