Sin la menor sombra de duda, recomiendo la atenta lectura del último libro escrito por José María Lizundia titulado 'Deconstrucción del metarrelato del Sáhara', de ... la Editorial Alhulia, colección Ensayos Saharianos. Y aunque estimo que será muy ilustrativo para todas las personas, es aconsejable en especial para los menores de 50 años que quieran contrastar lo que hoy se cuenta de aquellos años con los recuerdos vividos por sus mayores.
Sin tener que remontarnos a tiempos muy remotos, los que vivíamos en Canarias en los años 50 y siguientes, recordamos las historias saharianas que nos llegaban a través de las noticias periodísticas, o bien por tener amigos o familiares asentados por allá de forma más o menos permanente por ser comerciantes, militares o funcionarios civiles, maestros o sanitarios. También había gentes que iban y venían, como los pescadores, los trabajadores canarios de las minas de Fos Bucraa o los americanos que hacían estudios petrolíferos. En suma, que en ese ir y venir, las historias corrían y la hermandad con las gentes del desierto, llamados por los españoles de forma genérica «musulmanes», se mantenía viva.
Como muy atinadamente se analiza en este libro, avivándonos recuerdos que teníamos dormidos, cuando no aturdidos por la actual propaganda del Frente Polisario, fue durante la España franquista que se inventó la leyenda de la existencia de un «pueblo saharauí», como una especie de unidad de gentes cuando en realidad los verdaderos grupos sociales eran, y en gran medida siguen siendo, las tribus nómadas que se vivían en aquel inmenso territorio que es el Sáhara, o a nuestros efectos el Sahel occidental. Y el franquismo intensificó esa idea del pueblo saharaui tras la independencia de Marruecos en 1956, precisamente para contraponerlo identitariamente frente al reino Alauí recién creado. Por eso el antiguo Sáhara Español fue declarado en 1958 la provincia número 53 y podíamos ver en las Cortes aquellos altos y elegantes procuradores saharauis con sus elegantes túnicas decoradas que ellos llaman 'daraa'. Por cierto, en aquellos tiempos realmente el gentilicio era saharianos y no saharauis, que es una denominación artificiosa más reciente para denominar una presunta nueva entidad social para unos nuevos tiempos combativos.
Y es por esta agrupación de tribus, no siempre bien avenidas entre sí, que es difícil que ningún partido político se arrogue la representación universal de ese hipotético y único pueblo saharaui, como por ejemplo predica el Frente Polisario. Esa diversidad de culturas locales se hace patente al viajero cuando recorre lo que ahora se llama Sáhara Occidental desde el sur de Marruecos hasta Dakhla, nuestra antigua y querida Villa Cisneros y trata con las gentes de allí pero, sobre todo, si tiene el placer y el honor de gozar de su hospitalidad infinita.
Recordarnos a todos la gran ausencia en todo ese debate del Pueblo Español, es la segunda gran aportación de José María Lizundia a lo que él llama, y a mi juicio con razón, la «deconstrucción» del metarrelato del Sáhara, o dicho de otra forma desmontar con la realidad las leyendas inventadas para justificar posiciones políticas diseñadas después del abandono de España de aquellas tierras a finales de 1976. No se recuerda que hubiera en España ni grandes ni medianas manifestaciones en contra de esa salida del Sáhara, precipitada por la Marcha Verde de un año antes y con Franco agonizando. No era un tema que estuviera, como se dice hoy, en la hoja de ruta de la ciudadanía, por más que ahora pretendan algunos retorcernos la memoria y las hemerotecas.
Muchos de los que nos definiríamos como pueblo llano y somos ya setentones o más viejos, conservamos la memoria de cómo vivimos aquellos tiempos convulsos y la congoja que nos producía ese conflicto territorial y la posible guerra en ciernes. No por casualidad se construyó el gran complejo hospitalario militar Juan Carlos I en Las Palmas de Gran Canaria. Y por mucho que ahora algunos políticos, llevando a rastras a sus partidos, se empeñen en pretender que había un gran apoyo popular a la autodeterminación del Sáhara, la sociedad española se mantuvo prudentemente al margen y alejada de ese conflicto, en el que ni querían ni les interesaba derramar una gota de sangre española. Y lo que para muchas familias fue aún peor, recuerdan con dolor el abandono, humillación y menosprecio que aún padecen las casi 300 familias de las víctimas canarias del terrorismo del Frente Polisario.
Por todo esto, y por muchas reflexiones más, es por lo que aconsejo leer este pequeño, en tamaño, pero intenso en ideas y reflexiones que nos ofrece José María Lizundia Zamalloa.
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