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Con la irrupción de los que se dieron en llamar partidos emergentes, que pronto se acomodaron a los estilos de siempre, el mapa político se fragmentó de manera considerable y la lectura que se hizo fue que la ciudadanía obligaba al diálogo entre los intervinientes. Así ha sucedido en las últimas citas con las urnas, que han sido unas cuantas. Sin embargo, pese al mandato de la ciudadanía comprobamos como el diálogo sigue a la espera y lo que se imponen son las contradicciones y las incoherencias, anteponiéndose el instinto por el poder a las convicciones y a los principios.
En el plano doméstico, si de Canarias hablamos, de fragmentación sabemos bastante. Hubo un tiempo en que la cámara regional llegó a contar con la presencia de once organizaciones políticas distintas, hasta que Coalición Canaria agrupó a la mayoría de las fuerzas insulares, logró incrementar los topes electorales, desvirtuando, todavía más, la representación de una sociedad diversa, y se convirtió en el pivote de todos los pactos posibles. La refrendasen o no los votos, la incapacidad de diálogo entre los otros y la habilidad para moverse en el barullo la hicieron dueña y señora de la política archipielágica.
Estos últimos comicios han deparado, sin embargo, un inusual cambio de escenario: un nuevo pacto de gobierno en el que CC no está entre sus firmantes. Algún día tendría que ser, aunque se barruntaba casi inimaginable y, de hecho, a punto estuvo de no hacerse realidad. Lo cierto es que a este cuatripartito se ha llegado a pesar de todos los protagonistas, los que están en él y los que no. Claro que de ninguno de ellos oirá el más mínimo atisbo de autocrítica, aunque el resultado sea que, de una u otra manera, todos han perdido.
Coalición Canaria, en la oposición y retratada hasta el esperpento tras esa oferta de ceder la Presidencia a la tercera fuerza, con tal de seguir en el machito. El Partido Popular, con sus peores resultados, dando pábulo a las deslealtades entre los suyos. Ciudadanos, ejemplo de clamorosa bisoñez, haciendo de la contradicción su manual de estilo. Nueva Canarias jugando a un camaleonismo y despecho que llegó a dar escalofríos. El PSOE, superado por las guerras intestinas de sus clanes y familias. Podemos de convidado de piedra. Y Casimiro Curbelo perdiendo al mejor de sus aliados.
Fruto de todo, quisieron las circunstancias que naciera el pacto de las flores, que los desplazados se apresuran a pronosticar que no durará mucho porque ávidos están para dinamitarlo; pero, algún día, más temprano que tarde, todos se lo tendrán que hacer ver, en el Gobierno, en los cabildos y en los ayuntamientos, si no quieren que esta tierra nuestra se marchite hasta quedar reducida a un erial.
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