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El Gobierno y la crisis
La arista ·
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La arista ·
El ánimo de cualquier gobernante sucumbe ante crisis que no controlaQuiero pensar que al inicio de la legislatura Ángel Víctor Torres imaginó un Gobierno tranquilo, con un balance positivo para presentar a sus electores, un pacto sólido con socios leales, una economía en ascenso, un Gobierno del mismo color en Madrid, una oposición desarmada por sus propias crisis, un partido unido gracias al poder… Pero ni en sus peores sueños pudo imaginar el máster sobre situaciones de crisis que ha hecho este año ni un escenario sanitario y económico tan aterrador.
El triste incendio en Gran Canaria, con el que estrenó legislatura, y en el que pudimos descubrir a un presidente con una inmensa capacidad de gestión y comunicación, se ha convertido en una mera anécdota frente a la irrupción de la pandemia en las islas.
Debió ser tremendamente duro tomar decisiones drásticas, como el confinamiento de un hotel completo o el desalojo de más de un millón de turistas, sabiendo que estaba cavando una fosa en la economía canaria de impredecibles consecuencias que hoy, seis meses después, sigue agravándose al compás de un virus incontrolado que devasta al mundo. El ánimo de cualquier gobernante sucumbe ante acontecimientos que ni el poder puede controlar. De hecho, el Gobierno de Canarias tampoco resistió. La crisis de Sanidad y Educación, las dos áreas más afectadas por la acción del virus, entraron en pánico, azuzadas por sectores del partido socialista que vieron en la debilidad de la gestión la oportunidad de recobrar espacios de poder.
Para agravar la situación, Torres ha tenido que sufrir una oleada de inmigrantes, sólo comparable a la que sufrió Canarias en 1998, y comprobar que ni su partido ni su Gobierno en Madrid están tan cerca como pensaba.
La crisis ha puesto a prueba la capacidad de este Gobierno, pero también puede parecer una anécdota frente a lo que viene. No sabemos cómo evolucionará la pandemia, ni cuando llegará la vacuna, pero ya la profunda crisis económica se ha instalado en Canarias para quedarse por tiempo indeterminado. El sistema productivo está roto y la capacidad de un presidente regional y de su Gobierno para hacer frente a una situación, que escapa a su control, es poca.
Sólo el ámbito público puede suplir, de manera contenida, los efectos de esta crisis sin precedentes. Y, por ahora ahí está el reto, de Torres y de Román Rodríguez, el vicepresidente que hace encaje de bolillos para cuadrar unas cuentas que tienen como primer objetivo sostener una economía en crisis y preservar el mínimo bienestar de los cientos de miles de canarios que siguen sin poder trabajar mientras las empresas esperan por la llegada de turistas.
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