Opinión
Pío XII y Pascualina LehnertHablaban del Papa de los alemanes, o a menudo, del Papa alemán. Pío XII oraba y rezaba en alemán, su idioma predilecto
Franluis Rodríguez Redondo
Jueves, 18 de abril 2024, 23:21
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Pío XII y Pascualina LehnertFranluis Rodríguez Redondo
Jueves, 18 de abril 2024, 23:21
En la vida de Pío XII hubo una mujer que lo estuvo atendiendo y sirviendo fielmente durante cuarenta años. Esa mujer era una monja alemana, ... menuda, guapa e inteligente llamada sor Pascualina, perteneciente a la Orden de la santa Cruz. Un sector de la Curia la llamaba despectivamente La Papisa, y las lenguas frívolas 'Virgo potens', virgen poderosa.
Era la ayudante del Papa, su ama de llaves, su confidente, consejera e incluso, su conciencia, en momentos críticos. Tuvo muchos enemigos dentro del Vaticano, el principal, el cardenal francés Tisserant. Tenía más influencia sobre el Papa, que los mismos cardenales, quienes, muchos lo consideraban humillante, tenían que pedir cita a la monja para poder visitar al Papa.
Todos estos datos se pueden leer en el libro 'La Papisa', escrito por Paul L.Murphy, antiguo colaborador del cardenal arzobispo norteamericano Richard J. Cushing, y que hace referencia a la monja Sor Pascualina Lehnert, a quien su biógrafo L. Murphy entrevistó en varias ocasiones, durante años. Sor Pascualina murió en Viena en 1983, a los 89 años de una hemorragia cerebral.
Fue en 1917, ella con 24 años cuando conoció al nuncio Pacelli, más tarde Pío XII, y le sirvió hasta que éste murió en 1958. La monja admiraba en Pacelli su intelectualismo profundo. Comprendía sus amaneramientos más bien delicados, o según algunos, afeminados, porque ese era su modo de expresar santidad. Culpaba a la madre por haberlo mimado excesivamente. Por eso, decía la monja, se hizo un introvertido profundo, preocupado con exceso por su salud. Culpaba también al Papa León XIII por haberle permitido vivir en casa con su madre hasta los treinta y ocho años de edad.
Pacelli había vivido trece años como nuncio en Alemania. Era un apasionado germanófilo. Admiraba al pueblo alemán y se rodeò de alemanes. Se asesoraba de los jesuitas alemanes Hentrich, Gundlach y Hürth. Tenía un secretario privado, el jesuita Leiber, y como confesor al jesuita alemán Bea. También, Sor Pascualina era alemana. Incluso los dos espléndidos gatos persas de Pío XII se llamaban Peter y Mieze, y su pájaro favorito canario, totalmente blanco, era Gretchen. Los visitantes del Vaticano hallaban que el Papa vivía en una 'isla alemana'. Hablaban del Papa de los alemanes, o a menudo, del Papa alemán. Pío XII oraba y rezaba en alemán, su idioma predilecto.
Otra revelación del libro La Papisa es el respaldo financiero que ofreció el Vaticano al alzamiento del general Franco contra la República Española en 1936. Pío XII felicitó a Franco por su victoria contra los comunistas. También el Vaticano apoyó económicamente la invasión de Etiopía por Musolini. Pío XII a través de Sor Pascualina y de Clara Petacci (la amante de Mussolini) intentaron conseguir la rendición unilateral de Benito Mussolini, pero esta proposición fue rechazada por el general Eisenhower.
Respecto a Hitler, el Papa no tenía ninguna simpatía por su anticlericalismo, que condenó constantemente. Sin embargo, sabía apreciar su aniquilación de liberales, socialistas y comunistas, y quería de él, el exterminio general del bolchevismo. Esperaba de Hitler, la imposición del catolicismo en los Balcanes y el sometimiento de la Iglesia Ortodoxa Rusa. Por eso escogió a Hitler como el primer Jefe de Estado para darle a conocer su elección como Papa. Pacelli, siendo legado pontificio en Munich, había dado personalmente a Hitler una importante cantidad de dinero eclesiástico para su campaña anticomunista. Él rezaba para que Hitler ganara la guerra. El jefe del servicio secreto alemán, General de las SS, Schellenberg, resumía así una conversación que mantuvo con Pio XII: «El Papa hará todo cuanto esté en su mano para garantizar una victoria alemana. Su meta es la destrucción de Rusia».
Ya en 1939 había recalcado que el Führer, era el soberano legal de los alemanes y que todo el que le negase la obediencia incurría en pecado. Aún sabiendo las atrocidades que Hitler venía cometiendo desde hacía siete años, le dirigió una carta donde imploraba «con los mejores augurios, la protección del cielo y la bendición de Dios todopoderoso».
Abro aquí ahora un paréntesis y hago una reflexión personal, preguntándome: Pío XII ¿estaba pidiendo la protección del cielo y la bendición de Dios para uno de los mayores criminales de todos los tiempos…? Pío XII rezaba para que Alemania derrotara a Rusia, como si los rusos no fueran tan hijos de Dios como los alemanes. Y, ¿Dios escuchó las oraciones y súplicas de Pío XII, su vicario aquí en la tierra, según dicen? Ya sabemos cómo terminó Alemania y cómo terminó Rusia, al finalizar la Segunda Guerra Mundial.
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