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Coherencia diplomática. Cuesta mantener el talante institucional con un dirigente que adelanta la navidad como si fuera patrimonio suyo, pero de momento es lo ... que hay. Supongo que también cuesta mantener ese mismo respeto ante sátrapas que condenan a las mujeres a vivir encerradas o a ni siquiera poder escuchar su voz en la calle. Como también las cancillerías europeas, tan democráticas y tan respetuosas ellas, mantienen el tipo ante una monarquía cuya figura tiene un harén, asigna un cargo público a su perrito y se garantiza que los súbditos no solo le hagan la reverencia, sino que prácticamente tengan que reptar cuando aparece su excelencia. En esos y otros casos se supone que va por delante el interés del Estado, que suele conectar bastante con cuestiones económicas y mucho menos con las relacionadas con los derechos humanos. Algo de eso está pasando con el trato de España a Venezuela. Dicho eso, creo acertado ir de la mano de la Unión Europea, que para algo formamos parte de ese grupo, si hay que decidir a quién se reconoce como presidente electo. Pero también creo que si por tres palabras de más -en ambas direcciones- se retiró la representación diplomática con Argentina, algo hay que hacer con Venezuela. La diplomacia muchas veces está reñida con la contundencia, pero no debe estarlo con la coherencia.
Crisis migratoria. Hablando de cuestiones de Estado, cada día que pasa sin que se sienten los líderes de los dos grandes partidos para dar una solución a la crisis migratoria y el colapso en la atención a menores no acompañados que lleva meses produciéndose en Canarias y Ceuta es un fracaso como país. Está bien que el presidente del Gobierno aproveche sus vacaciones en las islas para mantener un encuentro institucional con el jefe del Ejecutivo regional y aborden el asunto, como también es positivo que el líder de la oposición coja un avión y haga otro tanto. Pero ambas cosas servirán de bien poco si Sánchez y Feijóo, que duermen y desayunan en Madrid, no se empeñan en verse cara a cara y comprometerse a un arreglo.
Duelo televisivo. Supongo que Atresmedia y Pablo Motos habrán aprendido la lección de que cuando se articulan campañas a la contra de un rival se puede acabar encumbrando al mismo y generando tal expectación que se vuelve, cual tsunami, en contra de quienes instigan esa estrategia. Broncano no es un mago de la televisión pero nadie le puede quitar lo bailado.
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