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La pasada semana la agencia de noticias Efe, de titularidad estatal, cometió un error lamentable. Un alumno en prácticas y un tutor que evidentemente estaba ... mirando para otro lado lanzaron a través de la red social X (antes Twitter) un mensaje que era un ejercicio de redacción, pero que no tenía relación alguna con la verdad. 'Informaron' de un accidente en Madrid, con un helicóptero estrellado contra un edificio de oficinas. El mensaje, que llegó presentado como noticia, fue difundido por algunos medios de comunicación, que rectificaron en cuanto Efe lo hizo. La agencia, de paso, se disculpó -¡qué menos!-, al tiempo que explicó lo que había pasado y también que depuraría responsabilidades.
Ese episodio, que, e insisto en ello, fue un error, ha sido utilizado por el presentador televisivo Iker Jiménez y unos cuantos profesionales de la información (o eso dicen ellos) como escudo defensivo frente a las críticas por la difusión de bulos. Y no es lo mismo, pero hay que contarlo porque ha llegado un momento en que se ha perdido el norte en esto de la desinformación y parece que todo es igual y todo da igual -suenan parecido pero no lo son-.
Un bulo es una «noticia falsa propalada con algún fin», y es así no porque lo diga yo, sino porque esa es la definición de la Real Academia Española. Cualquier parecido con un error es mera coincidencia. Lo vemos claramente si analizamos el caso del helicóptero y algunos de los mensajes difundidos por Iker Jiménez y otros colegas de su peculiar 'cátedra'.
La agencia de noticias Efe no propaló que se había estrellado un helicóptero en Madrid para sembrar el pánico en la capital, como tampoco lo hizo para dañar el negocio de transporte aéreo. Ni siquiera para desanimar a quien pensara alquilar un espacio en el inmueble señalado en el mensaje erróneo.
Por contra, cuando se dijo que en los aparcamientos de un centro comercial había cientos de cadáveres y que había una consigna oficial de ocultar los hechos, sí que había un «fin». La prueba vino con los comentarios que siguieron en ese y otros espacios, ya fuera en televisiones como en redes sociales. Lo mismo cabe decir cuando, en un lugar de entrevistar a un meteorólogo avalado con estudios en la materia, se le da pábulo a un tipo que mira las nubes y que lo primero que suelta es que la ciencia ha fallado intencionadamente.
Cuando se creen las comisiones de investigación anunciadas en torno a la tragedia por la DANA, este asunto merecerá más de una sesión. Porque la verdad es la que puede salvar vidas.
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