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Murió esta semana Robert Towne: palabras mayores. Pero estamos hablando de esos creadores que en muchas ocasiones pasan desapercibidos porque su profesión suele llevar aparejada ... una cuota de anonimato.
Ni el hecho de haber ganado un Óscar por el guion de la película 'Chinatown' hizo que Robert Towne fuese un tipo que acaparase los flashes si salía de su casa, cosa que seguramente agradeció, pero durante años su nombre en los títulos de crédito fue garantía de calidad. Con el añadido que en muchas ocasiones también colaboró en la reescritura de historias de otros y no figuró en esos títulos. Así, entre sus muchos méritos está haber introducido en la primera entrega de 'El Padrino' un pasaje que no estaba en la novela de Mario Puzo: el momento en que el personaje encarnado por Marlon Brando advierte a quien le sucederá al frente de la jerarquía mafiosa de que tenga cuidado de aquel que le proponga un encuentro con su rival, porque ese es quien le traicionará. Al recoger el premio de la Academia de Hollywood al mejor guion adaptado, Francis Ford Coppola tuvo palabras de agradecimiento para Towne, cuyo nombre no aparecía en el metraje final de la película.
Hace unas semanas un programa de La 2 de Televisión Española dedicó un reportaje a los cincuenta años de 'Chinatown', una de esas joyas del cine que ha envejecido tan bien como el día que se estrenó. Y es que solo por ese guion merece Towne el reconocimiento. En una historia compleja, que confunde al espectador al igual que le sucede al detective protagonista, pero que lo va llevando de su mano hasta un desenlace fatal, cruel a más no poder, pero que era el que merecía lo que se nos había contado, Towne recupera lo mejor del cine negro de antaño y lo combina con algo tan contemporáneo como la corrupción. Pero la corrupción en sentido transversal, pues en 'Chinatown' hay políticos corruptos, policías corruptos y un padre y abuelo que es la personificación de la corrupción humana.
Por supuesto que también parte del éxito de la película se deben a su director, el controvertido Roman Polanski, el plantel de actores (Jack Nicholson contenido como pocas veces, Faye Dunaway inconmensurable y un John Huston que se crece con un personaje con su secreto absolutamente desagradable), la ambientación y una banda sonora de Jerry Goldsmith que acaba incrustada en la memoria sonora del espectador. Pero todo eso funcionaría mucho peor sin la piedra angular de un guion perfecto. Y ahí es donde estaba Robert Towne.
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