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A pesar del ruido que invade el debate político nacional y de la tensión que exhiben, y que contagian sus principales actores, quiero ser optimista ... y me quedo con el fondo de ciertos planteamientos. Lo digo porque se están poniendo sobre la mesa aspectos que invitan a una reflexión en profundidad sobre la necesidad de actualizar nuestro marco democrático. Otra cosa es que para que eso salga adelante, es preciso contar con sentido de Estado, sosiego y voluntad de construir. Porque discutir se puede y se debe discutir, pero para llegar a algún avance. De la misma manera que siempre es conveniente buscar consensos, pero la falta de unanimidades no debe ser la excusa para que todo siga igual.
Me explico: el Congreso y el Senado están embarcados en un pulso institucional sin precedentes, una discusión que va camino de terminar en la mesa del Tribunal Constitucional. Hasta hace apenas año y medio, el Senado nos parecía una cámara mortecina cuya utilidad de hecho era cuestionada por algunas fuerzas políticas (recuperemos los discursos iniciales de Vox, por ejemplo). Ahora algunos han descubierto que sí puede ser útil, aunque solo se para retrasar iniciativas con las que no se está de acuerdo. Pues bien, a partir de ese debate hay que abordar la actualización de la propia Constitución y el modelo bicameral que allí se fijó.
Lo mismo cabe decir del Poder Judicial, su órgano de gobierno, cómo se conforma y cómo se renueva. Llevamos cinco años de parálisis y todo indica que habrá un sexto... y quién sabe si más. El legislador no previó esta situación, y no lo hizo sencillamente porque el legislador pensaba que habría cabezas con sentido de Estado resolviendo estas cuestiones. Razón de más, visto lo visto, para también reabrir la regulación del Consejo, su composición, la caducidad de sus cargos y, sobre todo, garantizar una separación de poderes efectiva.
Otra cuestión que acaba de ponerse en el centro del debate, al menos en Cataluña, pero con ecos en otras autonomías, es el marco de financiación. Teníamos singularidades históricas y forales en Euskadi y Navarra, así como un régimen diferenciado en Canarias, y ahora llega Cataluña y quiere copiar el modelo vasco. Pero es que contamos con un modelo de financiación cuya actualización no acometió el Gobierno de Rajoy y tampoco Sánchez en el tiempo que lleva en Moncloa. Y esa inacción alimenta estas soluciones parciales.
Todo eso y mucho más abre las puertas a una nueva Transición. Urge asumirlo y afrontarlo sin miedo, pero urge contar con partidos (y una sociedad) valientes y, sobre todo, constructivos.
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