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Cuando veo que sube a la tribuna del Congreso un dirigente público a hablar de la regulación de los medios de comunicación, me echo a ... temblar. Pero cuando veo que la desregulación ha hecho posible que un segmento de la población identifique como medio de comunicación a algo que no lo es, o que se considere profesional de la información a quienes propagan todo lo contrario a una noticia (si no es verdad, o al menos si no hay veracidad, no es noticia) también me echo a temblar.
El presidente Pedro Sánchez presentó este miércoles en el Congreso su plan de «regeneración democrática». De entrada, el término supone partir de un principio que ya es preocupante de por sí:la democracia precisa de ser mejorada. Y esto no es baladí porque hubo un tiempo no tan lejano en el que al entonces vicepresidente Pablo Iglesias le llovieron piedras dialécticas del tamaño de menhires cuando dijo que la calidad democrática de este país era manifiestamente mejorable.
Mientras el presidente trataba de convencernos de la bondad de su programa, desde la oposición se señalaba que todo era un plan para cercenar las libertades pero, en paralelo, sí se advertía sobre el desmantelamiento de la separación de poderes y la necesidad de defender la democracia.
Así pues, escuchados el uno y los otros, cabe concluir que sí hace falta tomar medidas de saneamiento democrático pero que tenemos unos mimbres que no harán un cesto de consenso, que es lo que se precisa. Más aún:esa regeneración debe ser fruto de un debate colectivo, que va más allá de sus señorías del Congreso, quizás porque ellos el funcionamiento de la cámara legislativa igual deben ser también revisados. La llamada 'sociedad civil' debe implicarse y, en el caso concreto de los medios de comunicación, debieron ser estos quienes tomasen la delantera. No haberlo hecho a tiempo es uno de los mayores errores del sector, y de esos polvos, estos lodos de la desinformación y la proliferación de 'antimedios' y de un público que confunde comunicarse con estar informados (se parecen pero no son lo mismo y la diferencia es tan grande como preocupante la confusión entre ambos).
Al terminar su intervención en la tribuna del Congreso, Pedro Sánchez recogió los bártulos y se marchó a su castillo del poder. No compareció ante los periodistas para resolver dudas, no hubo posibilidad de preguntar y repreguntar... Eso delata que no tiene claro de qué debería ir esto del poder y los medios (los de verdad). Y así, con ese comienzo, está claro que su plan está condenado al fracaso.
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