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Cada semana hay sesión del Consejo de Ministros y cada semana nos encontramos con que los dos partidos que conforman el Gobierno (Partido Socialista y ... Sumar) recorren caminos separados en las Cortes. Si a eso añadimos que los socios de investidura son aliados cada vez menos seguros en las votaciones, pues sucede lo que da argumentos a la oposición para afirmar que la legislatura tiene pinta de insostenible: el Gobierno, y en especial el PSOE, acumulan derrotas parlamentarias en cuestiones muy variadas y por mayorías igualmente muy diversas.
Después de más de 40 años de democracia, es evidente que la cultura de pactos en España es muy endeble. De hecho, lo que se consolidó desde la Transición fue la negociación de acuerdos entre los dos partidos mayoritarios o entre uno de ellos y una o dos fuerzas nacionalistas para garantizar la investidura y la estabilidad parlamentaria. Pero la realidad política del país se abrió hace ya una década y el tiempo de las hegemonías unipartidistas se volatilizó, aunque viendo el panorama, quién sabe si volverá más pronto que tarde.
Con los mimbres que hay, toca hacer el cesto y cuando no hay un partido con mayoría absoluta, ni siquiera con unos números que le permitan gobernar solo con otra fuerza parlamentaria, lo que se impone es, de entrada, la humildad y, después, el talante negociador. Las dos cosas han faltado en el bando del PSOE y lo mismo puede decirse del PP. Eso es lo que nos lleva al empantanamiento actual: el primero va contando días y sumando derrotas, con el Gobierno ofreciendo una imagen penosa y el otro es un quiero y no puedo, pues no se atreve a presentar una moción de censura porque sabe que no le dan los números y tampoco hace mayor esfuerzo para conseguir la suma clave.
Como lo que empieza mal suele acabar peor cuando no hay propósito de enmienda, estos días estamos asistiendo a la putrefacción de ese panorama. El último pleno en el Congreso ha sido la constatación de esa degradación, pero nada impide que el siguiente supere el listón. Escuchar a la exministra Belarra arremeter en durísimos términos contra su excompañera del Consejo de Ministros Isabel Rodríguez y ver cómo esta le contesta sacando a relucir el chalé de Pablo Iglesias en Galapagar produce sonrojo. O asistir a votaciones en las que lo que queda de Sumar se alía con el PP...
¿Se puede seguir así? Evidentemente, sí. ¿Es bueno para el país? También es evidente que no.
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