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El ministro español Óscar Puente metió al Gobierno y a la diplomacia en un lío con un comentario que hizo sobre el presidente de Argentina, ... Javier Milei. Sus palabras fueron contestadas con un comunicado en términos muy duros por parte del Gobierno de aquel país y este martes Puente se limitó a decir que si hubiese sabido la repercusión de sus palabras, se lo habría pensado dos veces, que no es una disculpa, tampoco una rectificación, y que solo sirve para concluir que es de los que primero habla y después piensa. Cosa mala en política pero en general en todos los aspectos de la vida, en especial si se tienen, como es el caso, responsabilidades públicas.
Como ya sabemos, Milei se indignó, pero es que tampoco el hombre sea un dechado de reflexión y diplomacia dialéctica. En su particular inventario hay que recordar las gruesas palabras que dedicó a su paisano el papa Francisco, que no fueron óbice para que este lo recibiera con un abrazo cristiano (en el sentido más exacto del término).
Pero aún hay más, amiguitos (que diría el ratón con superpoderes). En Estados Unidos el presidente Biden y el aspirante a la reelección Donald Trump llevan meses cruzándose improperios a cuenta de quién está más senil, a quién le falla más la cabeza y quién estaría mejor ingresado en una residencia y no compitiendo por dirigir el país más poderoso del planeta.
Y si miramos el Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados, se nos puede caer el alma a los pies. Cada sesión de control se convierte en un juego a ver quién descalifica en términos más gruesos al oponente. Y no lo digo solo porque unos y otros llamen 'ultra' al de enfrente, sino por insinuaciones nada veladas sobre cuestiones de ámbito personal, familiar, dependencias más o menos encriptadas de intereses espurios y, por supuesto, la palabra 'corrupción' lanzada cual escupitajo de un extremo a otro del hemiciclo.
Es el signo de los tiempos de esta política en la que se confunde llamar la atención con el espectáculo zafio. Como también se ha confundido la opinión pública con lo que circula en las redes, pues la estrategia consiste en insultar con fuerza a sabiendas de que eso es lo que genera más reacciones a favor... y las que se producen en contra también se valoran positivamente, pues el juego pasa por dar prioridad a que hablen de uno, aunque sea para ponerlo a parir.
De esto debería ir la anunciada regeneración... pero sospecho que no será así. No está Sánchez libre de pecado.
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